Cuando el vestir se convierte en un símbolo de lucha.
Por: Sasha Santamaría (Consultora de moda)
“La moda es un acto político” ha sido una de las frases más expresadas por teóricos y académicos de moda de la región a raíz de la situación social que se vive en Colombia desde hace varias semanas. Esta afirmación deviene de la observación de la forma en que los protestantes han materializado sus demandas a través de sus atuendos. Un ejercicio que ha tomado fuerza durante estos últimos años, debido al descontento social que se evidencia a nivel mundial.
Y es que la ropa, como segunda piel -y si es esta la intención-, puede oficiar de lienzo para visibilizar una ideología. Entonces, la indumentaria y el adorno se convierten en una herramienta para uniformar la protesta, creando símbolos de resistencia que, inmediatamente, logran consolidarse como estandartes que identifican una causa.
La historia nos brinda evidencias de este hecho. Hemos recopilado algunos momentos en los que la moda, ha trascendido su condición utilitaria y ornamental para convertirse en un dispositivo simbólico que refuerza y potencia las luchas sociales, vistiendo al cuerpo para la protesta: la moda como arma política para la transformación.
Blanco sufragista
El 21 de junio de 1908, una marea de mujeres ataviadas con vestidos largos se tomaron el Hyde Park en Londres para alzar su voz y exigir igualdad de derechos. Eligieron el blanco como color unificador; esto, para enaltecer su discurso de no violencia y ánimo pacifista, ya que la sociedad las percibía como amenazantes y “radicales”. Fue este suceso el que consagró a este estilismo níveo de pies a cabeza como atuendo del feminismo. Es así que varias figuras políticas femeninas importantes han decidido utilizarlo en eventos cruciales; tal como lo hizo Kamala Harris, actual vicepresidenta de Estados Unidos, que vistió un traje sastre en tono blanco para dar su primer discurso; un guiño estilístico en homenaje a las mujeres que lucharon para cimentar el camino y conquistar espacios públicos.
Gorros rosas y fuerza femenina
El 21 de enero del 2017 se convirtió en una fecha histórica para la sociedad estadounidense, puesto que aconteció la marcha con mayor convocatoria desde la guerra de Vietnam, según los medios de comunicación. Más de 600 mil personas se movilizaron en el estado de Washington para reclamar y defender los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT, el acceso a educación y salud de calidad, entre otros requerimientos. La llamada «Marcha de las Mujeres» eligió como elemento identitario un gorro tejido de lana en tono rosa coronado por unas orejas en forma de gato; esto, en respuesta a las declaraciones realizadas por el ex-presidente Donald Trump, luego de que se hicieran públicas unas grabaciones en las que se refería despectivamente hacia las mujeres.
Esta memorable manifestación tuvo eco en las pasarelas. La firma italiana Missoni cerró su desfile de Otoño 2017 con una pasada especial con las modelos portando este significativo gorro.
Argentina: Pañuelos, memoria y resistencia
En el imaginario colectivo argentino, el pañuelo evoca una serie de pensamientos asociados con la justicia y la lucha social. Es la representación de dos hitos circunstanciales de su historia. El primero, carga consigo el lamento de las Madres de Plaza de Mayo, un grupo de mujeres que se organizaron durante la dictadura de Jorge Videla para recuperar con vida a sus hijos y nietos desaparecidos. Efectuaron su primera marcha el 30 de abril de 1977 y, para identificarse, anudaron alrededor de sus rostros un pañuelo blanco intervenido con el bordado del nombre de su familiar desaparecido. De esta manera, un triángulo de tela se convirtió en un aditamento asociado a su lucha.
Las actuales generaciones siguieron su ejemplo y designaron al pañuelo verde como insignia de su reclamo a favor de la despenalización del aborto, gesto que se replicó instantáneamente a nivel global, posicionándose como el signo indiscutido de la conquista de este derecho de salud femenino.
Panteras negras: Chaquetas de cuero y «coolness» callejero
Durante 1966 surgió en Estados Unidos el movimiento Panteras Negras; una organización conformada por afroamericanos cuyo fin era vigilar el comportamiento de los policías para evitar sucesos de violencia en contra de su comunidad. Esta asociación trabajó su imagen de manera calculada, puesto que Huey Newton y Bobby Seale, dos de sus máximos líderes, llevaron la idea de uniformar al movimiento con chaquetas de cuero negras, como una especie de armadura. Desde su perspectiva, este era un ítem que la mayoría de los jóvenes tenía en su clóset, y fue esta una de las razones por las que muchos de ellos decidieron ser parte de sus filas, ya que se encontraron atraídos por esa imagen «cool» y desafiante que desprendían sus miembros. Este atuendo fue complementado con una boina sobre sus cabezas. Así, lograron configurar una imagen desenfadada, en total afinidad con su esencia urbana y espíritu subversivo.
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