En esta conversación, la experta comparte sus impresiones sobre la moda, la sustentabilidad y el diseño latinoamericano.
Por: Sasha Santamaría (Consultora de Moda)
Una sólida trayectoria de 30 años en la industria de la moda y el diseño la respalda. Laura Novik, investigadora de tendencias, docente y consultora argentina es una de las mentes más sobresalientes del diseño latinoamericano. Desde Blink Design, su consultora con sede en Chile, ejecuta estrategias de contenido enfocadas en sustentabilidad y diseño de escenarios futuros para organizaciones como View Publishers de Pantone, PromPerú e Inexmoda. A nivel académico, se desempeña como directora del Diplomado de Diseño Estratégico de Colecciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, como profesora de Prospectiva y Tendencias en la Licenciatura en Diseño de la Universidad de San Andrés y profesora de Gerencia de Producto y Marketing de Moda en la Maestría en Marketing y Comunicación de la misma universidad.
Convocamos a la experta para hablar sobre moda, sustentabilidad y diseño latinoamericano.
Como investigadora, coméntenos qué soluciones se están planteando desde la academia en relación a la moda y la sostenibilidad.
Creo que el gran tema hoy es la aparición de nuevos materiales; por allí el mundo del diseño está caminando de manera muy concreta proponiendo soluciones. Hoy en día, la academia propone estas nuevas materialidades; la posibilidad de escalar estos experimentos. Creo que esto es lo más interesante. Por allí pasa el gran cambio radical: la gran revolución que plantea el diseño. Y una segunda instancia que no viene planteado pero está vinculado es el tema de la economía circular, es decir, la transición de esta economía fósil a una economía circular propone algunas salidas de gestión y creo que allí estamos todos comprometidos, tanto industrias, políticos y académicos.
¿Qué fortalezas y debilidades observa en la aplicación de este concepto en la industria de la moda latinoamericana?
Creo que la fortaleza que tiene el sistema de la moda latinoamericano es que, justamente, por estar tan lejos de alguna manera de haberse convertido en un sistema muy estructurado y, al ser tan débil, en esta debilidad podría radicar una fortaleza, en el sentido que podríamos estar asistiendo a una transformación más veloz hacia la economía circular. Podría darse de esta manera. Me gusta leer mucho al economista norteamericano Jeremy Rifkin y él, precisamente, recalca este valor que tienen los países que no están industrializados de manera consistente en este nuevo milenio como una gran oportunidad, porque tienen la ventaja de arrancar con el pie derecho. Entonces creo que coincido con él, creo que cuando las empresas todavía no generaron inversiones importantes en algunas líneas ya pueden empezar a hacerlas tomando en consideración las prácticas lógicas de una economía circular.
¿Qué aspectos hacen que una marca sea genuinamente sostenible?
Más que de marcas sostenibles, prefiero hablar del camino de la industria de la moda en la transición a gran escala y velocidad dentro de lo que se llama transformación circular. La economía circular es un modelo que está redefiniendo la industria para que sea funcional a la vida. Son varios desafíos de toda la cadena de valor; desde la elección de materiales, el impacto de los procesos químicos, las opciones de fabricación, las estrategias comerciales y de uso del producto.
Para las marcas, uno de los desafíos más complejos significa cambiar el statu quo; cuestionar los sistemas, estructuras y dinámicas de poder que perpetúan las desigualdades y determinan condiciones laborales injustas. Considero que la transparencia es una respuesta, junto con el diálogo y trabajo colaborativo entre los actores involucrados (trabajadores, gremios, gobierno de las empresas, gobiernos de los estados, entidades supranacionales, tercer sector) para elaborar nuevos modelos de pensamiento y trabajo conjunto. La transformación circular solo se puede dar si se plantean alternativas que garanticen los derechos laborales en general; los derechos de las mujeres, la igualdad de género, la erradicación del trabajo infantil y el trabajo forzoso. En esta línea, sostener la vida de todas las especies está en congruencia con la preservación de los derechos humanos, y allí están implicados los modelos de cultivo, esquila y tratamiento de las aguas durante la primera etapa de la cadena textil. El desafío es hacer de esta alternativa la nueva norma.
Recientemente la Comisión Europea emitió un comunicado sobre el alarmante crecimiento del greenwashing. Ante este panorama, ¿cómo pueden los consumidores saber si realmente están adquiriendo una prenda verdaderamente ética?
Ante la falta de una reglamentación global (que es hacia donde tarde o temprano llegaremos), el consumidor va aprendiendo a consumir; vamos aprendiendo sobre el impacto de nuestras decisiones de compra.
Por un lado, la industria hoy tiene un sistema de certificaciones que le ofrecen una garantía al consumidor, en tanto auditan a las empresas en relación a diversos temas. Las marcas con capacidad financiera o las que acceden a ayudas públicas para certificar, logran comunicar al consumidor los procesos que han implementado en su transición hacía una economía circular o adopción de estándares sustentables.
Made in Green by Oeko-Tex®, Estándar Textil Orgánico Global (GOTS), Textile Exchange, USDA, Vegan Certification by Vegan Society, Organic Content Standard (OCS), Naturtextil IVN, Couture Democracy, Bluesign, Fair Wear Foundation y Grüner Knopf son algunas de las etiquetas usadas internacionalmente para frenar el greenwashing.
El consumidor preocupado debe buscar la garantía que ofrece la certificación de procesos por parte de una marca. Las nuevas tecnologías, en particular el blockchain prometen aportar valor al consumo responsable mediante la transparencia de la cadena de producción; visibilizando la trazabilidad de los procesos. Es un mecanismo de rastreo que permite conocer el completo historial de un producto o servicio, en sus diferentes etapas, desde el origen hasta el consumidor final.
Moda sostenible para las masas, ¿es posible? ¿Qué hace falta para “democratizarla” y bajarla de ese lugar de exclusividad que mantiene y volverla asequible?
La moda masiva y rápida está enfocando sus estrategias en dos aspectos: por un lado, el uso de materia prima y procesos sostenibles, y por otro -aún muy lejos de mover la aguja de forma sostenida- el plano social. ¿Hay cambios? Sí. ¿Son suficientes? No. En el epicentro de este modelo figura el hiperconsumo, que es la raíz del problema. Todavía la industria está estancada en ese punto, pero no solo el gasto fashion; todo el sistema de la moda.
¿Adquirir ropa etiquetada como sostenible es la única manera de ser un consumidor de moda responsable? ¿Qué otras alternativas recomienda?
Efectivamente, en un universo poblado de sellos de garantía y también de sospechas acerca de “quién controla al controlador” existen mecanismos que el consumidor tiene a la mano para ejercer un consumo responsable. Hay un decálogo que incluso la diseñadora Vivienne Westwood hizo público:
¿Realmente lo necesito?
¿Ya tengo algo que pueda llevar a cabo la misma función?
¿Podría pedirlo prestado en vez de comprarlo?
¿Puedo comprar uno usado?
¿Podría dividir el costo con alguien que también lo necesite y compartirlo?
¿Puedo conseguir uno fabricado localmente?
¿Puedo comprar uno a base de materiales ecoamigables?
¿Existe algo similar pero que también tenga otras funciones?
¿Puedo convertirlo en composta o reciclarlo después?
¿Cuál será el impacto ambiental del producto, desde su manufactura y empaque, hasta que lo deseche?
¿Qué casos considera ejemplares o referentes de estudio para diseñadores y marcas involucradas con la sostenibilidad?
Las marcas sostenibles son aquellas que están comprometidas con transformar el sistema de la moda desde dentro. Utilizan materiales sostenibles y ecológicos para fabricar prendas de vestir. En esta línea hay un caso que vale la pena estudiar: Patagonia, por su consistencia, decisiones radicales y también por su liderazgo en la industria, al igual que Everlane y People Tree.
De Latinoamérica: Juana Díaz (pionera de la moda sostenible en Chile), Nous Etudions (marca vegana argentina ganadora del premio LVMH), Ana Livni (primera marca slow fashion del continente). Imagen de campaña de la marca Patagonia. Sus estrategias de reparación, reutilización y reciclaje de sus prendas la han posicionado como referente de la sustentabilidad.
¿Cómo descolonizar el diseño latinoamericano y construir una identidad que reivindique nuestras raíces?
Ahora está de moda hablar de descolonización, pero quiero recordar que el sistema de la moda nació en la Europa a finales de la era moderna. Es un fenómeno del capitalismo y se expandió con los procesos de globalización impulsados por Europa. Habiendo dicho esto, creo que desde el inicio de la Conquista, surgieron lenguajes y prácticas productivas híbridas, al mismo tiempo que un sistema de poder eurocentrista que subsiste hasta nuestros días. Pienso en los tiempos de la colonia española, cuando se producían las luchas por la independencia, al mismo tiempo abrían las aduanas al ingreso de productos fabricados en Inglaterra. ¡Llegamos a comprar ponchos producidos en Liverpool! Y hoy nos escandalizamos de las artesanías tradicionales Made in China. Estamos hablando de procesos de liberalización de aduanas y de subsumisión de la producción local a la importación de bienes industriales europeos. Nacimos libres abriendo nuestras aduanas a los productos de la industria europea (ingleses, alemanes, franceses). De modo tal que la resistencia siempre estuvo allí, en los talleres artesanales y semi industriales que desde el 1800 hasta hoy conforman un sistema de producción de nuestras comunidades originarias, campesinas y urbanas también.
Y desde mediados del siglo pasado, una segunda resistencia la generan las industrias nacionales, que incorporaron tecnologías internacionales pero construyendo un saber hacer propio. Ser conscientes de esos procesos es la primera parte para romper la matriz de dependencia cultural de nuestra región. No sabemos nada de nuestra historia, ¿cómo podemos entonces entendernos como sociedad? El primer paso: conocernos a nosotros mismos.
Una de las características del diseño de nuestra región es la revalorización de los saberes artesanales, interés que se consolida en el trabajo de co-diseño junto a artesanos. ¿Qué condiciones garantizan un marco de trabajo equitativo para los artesanos?
Desde la década del setenta, distintos países de la región construyeron sistemas de apoyo al desarrollo del artesanato; incorporando los factores diseño, innovación y empresarialidad. Yo rescato como un referente indiscutido a Artesanías de Colombia, puesto que logró consolidar un sistema muy original, ya que es una institución público-privada en la que participan distintos actores a nivel del gobierno, del propio ministerio de Economía, de Producción y del área de cultura tanto como instituciones educativas. En ese sentido, la institucionalización es para mí un modelo que garantiza el control, el estudio, la observación de los procesos de trabajo entre diseñadores y artesanos.
En Chile, por ejemplo, trabajo muy a menudo con Fundación ONA, entidad que desarrolló un programa muy interesante junto al gobierno (el área que apoya al desarrollo de las comunidades rurales) y Tiendas París (cadena de retail). Entre estas tres fuerzas lograron desarrollar líneas completas de productos, ejecutadas íntegramente por artesanos y sostuvieron este trabajo que fue al principio, un programa de Responsabilidad Social Empresarial, pero hoy en día es un programa comercial donde todo el mundo habla de manera justa; el retail bajó sus expectativas de ganancia un poco pero también los artesanos lograron ecualizar sus costos para lograr tener un producto competitivo. Entonces este tipo de prácticas me parecen muy ricas. Insisto otra vez; donde participan muchos actores, donde hay entidades gubernamentales y privadas en el centro, donde no está solo un emprendedor-diseñador con un emprendedor-artesano tratando de sortear las olas gigantescas del mercado, creo que ahí es donde muchas veces se producen prácticas que no son justas ni para los artesanos ni para los diseñadores.
¿Qué cualidades debe tener un diseñador del siglo 21?
El diseñador del siglo 21 tiene que ser un diseñador totalmente transversalista, esto quiere decir que tiene que poder salirse de la especialidad; tener la capacidad de una amplitud de miras lo más amplia posible, ser capaz de combinar saberes propios y ajenos de manera hábil, tiene que tener capacidad de anticipación sobre todo porque vivimos tiempos de cambios muy radicales, y esa capacidad de anticipación habla de una sensibilidad extrema para poder tener conciencia de lo que está sucediendo en el momento en el que se está operando para poder generar transformaciones. Creo, por otro lado, que un diseñador contemporáneo tiene que tener un gran sentido de humildad respecto a la capacidad humana de transformación de los entornos; los ecosistemas, una gran empatía no solo con las personas sino con todos los seres vivos y podría extender a los sistemas no vivos, en el sentido de que hasta hace poco el diseñador había sido entrenado (yo misma lo hice) para ofrecer servicios a la industria y solucionar problemáticas que la industria requiera, y hoy en día el diseñador tiene que ser un problematizador, tiene que poder proponer problemas; observar problemas que la industria, que los gobiernos, que las comunidades deben atender. Entonces, el diseñador hoy dejó de ser este personaje atado a hacer cosas bonitas, a aportar color, textura y formas agradables para ser consumidas, sino que a través de la visualidad logra plantear los problemas cruciales, soluciones para poder enfrentar esos problemas y visiones de futuros posibles para una humanidad que está en crisis.
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