Por: Sasha Santamaría (Consultora de moda)
La escena de moda local atraviesa un momento de efervescencia creativa. Una nueva generación de creadores se está encargando de forjar nuevos discursos; generando propuestas de vestir con identidades consistentes y originales. Lía Padilla es uno de los nombres que emerge de este mar de talentos.
La diseñadora egresada de la Universidad Tecnológica Equinoccial comenzó su trayectoria como creadora de vestuario para diversas compañías de artes escénicas del país. Su propuesta destaca por su inquietud en explorar los límites entre la moda y el arte; curiosidad que consolida a través de la concepción de prendas de volúmenes imponentes que desafían lo convencional y alteran la percepción del cuerpo; formas escultóricas en cuya superficie se albergan complejos entramados de texturas que dan luces de su intención conceptual y del potencial artesanal de su obra.
Iniciaste en el mundo de la indumentaria ejerciendo como vestuarista para diversas compañías de artes escénicas del país. ¿Crees que esta experiencia influyó posteriormente en la creación de tu narrativa de diseño?
Inmensamente. Tengo que agradecer mucho al medio del vestuario, porque fue trabajando allí donde aprendí que la vestimenta más allá de cumplir con una necesidad funcional, es una herramienta para transmitir ideas y crear sensaciones. El proyecto que sin duda marca una influencia en mi narrativa de diseño se llama Opera iO; un proyecto multidisciplinario enriquecido en conceptos que me permitió a mí y a varios artistas, intervenir desde perspectivas propias con absoluta libertad creativa. Lo considero el más importante porque fue en donde encontré mi fascinación por los volúmenes y las texturas.
¿Qué recorrido creativo has tenido que transitar para llegar a definir una impronta de marca tan sólida que permite que tu obra sea reconocible?
El camino que he transitado como marca de moda ha sido absolutamente intuitivo. Para mí, el acto de crear representa una especie de partida que juego conmigo misma, en donde el propio trabajo me sugiere por dónde seguir. Busco que mi voz sea genuina y honesta por sobre la idea de ser una diseñadora exitosa y, en ese sentido, creo que la impronta a la que la pregunta hace referencia es el resultado de esa búsqueda y de una visión no superficial de la moda.
El volumen y las texturas son dos variables que aplicas constantemente en tus colecciones, ¿qué proceso realizas para construir aquellas formas?
La recurrencia de texturas se debe a mi interés por el trabajo manual, y los volúmenes a mi búsqueda de alterar la silueta humana. La utilización de estos dos recursos aparece de una manera difusa en mi mente cuando realizo el planteamiento del diseño, y se va clarificando a medida que avanza la fabricación de las piezas. La construcción de las formas en sí, se da en un momento de introspección en el cual, de manera intuitiva, voy trazando las líneas sobre el molde o el maniquí, sin ningún tipo de referencia externa. Lo asocio a un estado íntimo, parecido al que encuentro al bailar (soy bailarina desde niña) y quizá por eso, las formas son mi mecanismo para crear movimiento en las prendas.
Hablemos de sustentabilidad, ¿de qué modo aplicas esta filosofía en tu propuesta?
Para mí, el discurso de moda sostenible que actualmente está en auge, forma parte de una estrategia astuta de marketing del capitalismo, para sostenerse dentro de la tendencia mundial. Con esto no quiero decir que considere mal que diseñadores y consumidores tomen consciencia del impacto que tiene la industria de la moda, o que crea incorrecto el trabajar con responsabilidad social, sino que me resulta bastante superficial hablar de esta filosofía sin hacer una dura crítica al sistema en el que vivimos. Desde mi perspectiva, se necesitan cambios estructurales de los modelos de vida y, mientras no logremos sacarnos al capitalismo de encima, muy poco es lo que vamos a lograr haciendo moda sostenible. Es por esto que no apoyo estos discursos, soy enemiga de las tendencias y busco mantenerme lejos de lo comercial. En mi mente, crear ropa es un trabajo artístico con cierta responsabilidad histórica, y en ese sentido, lo que busco es crear sensaciones y decir cosas con mis creaciones, en lugar de encontrar un espacio en el mercado.
Es notable que tu acercamiento al diseño posee una connotación artística; ¿qué bondades te concede abordar la moda desde esta perspectiva? ¿De dónde proviene este interés de explorar la moda como arte?
Mi acercamiento al arte se da por una necesidad de mantener mi propuesta con un espíritu no comercial. El arte no tiene que vender, solo es, y en ese sentido, para mí, el arte representa un arma para combatir la moda como objeto de consumo. Sin embargo, y aunque suene un poco gracioso, se me dificulta definirme como diseñadora o como artista, porque en ambos casos encuentro características que me disgustan. Prefiero definirme como una modista, ya que, aunque mis piezas evidencien un arduo trabajo conceptual, la esencia de mi obra está en la costura y coser es mi pasión por sobre las otras cosas.
En términos de diseño, ¿cuál ha sido la colección o pieza más desafiante que has creado?
Sin duda, conseguir que el bustier de cerámica de la colección SANGRE pueda adaptarse al cuerpo de la modelo ha sido el reto más grande al que me he enfrentado. El trabajo que hizo la ceramista para conseguir el volumen y la forma del pecho era realmente impecable, pero al enfrentar la pieza al calor del horno (por su forma y espesor) sufrió ciertas modificaciones que en primera instancia parecían irreparables. No era una situación fácil porque faltaba apenas un día para el desfile y, al ser una pieza modelada arduamente a mano, no estaba dentro de las posibilidades el poder repetirla. Entonces tuve que tomar la decisión de cortarla por la mitad para colocar una pieza de tela intermedia que funcionara a manera de articulación y se pudiese acomodar al cuerpo; corriendo un gran riesgo de que se fracture en el intento y todo el trabajo se pierda. La consecuencia de hacerlo fue bastante acertada ya que finalmente el corte salió bien. Siempre digo que el destino me dio una nueva oportunidad para hacer funcionar mi idea: el bustier pasó de ser una pieza cerámica a una prenda de vestir.
¿Qué aporte brinda tu trabajo a la escena de diseño local?
Creo que no es indiferente el lugar en donde nacemos, y eso hace que me sienta convencida de que tengo una responsabilidad con mi país. Más allá de la necesidad expresiva que me permiten el diseño y el arte, busco que mi obra contribuya a la construcción de un lenguaje regional. Es por esto que dentro de los 3 ejes sobre los que se construyen mis colecciones, siempre está presente un factor de identidad.
Uno de tus planes a futuro es lanzar una colección que sea asequible; ¿qué motivos te llevan a este deseo de querer democratizar tu obra? ¿Qué características tendrá esta colección?
Mantengo una lucha constante con la moda como símbolo de exclusividad y lujo, porque a pesar de la fascinación que me provoca trabajar prendas con alta exigencia manual (que dan como resultado prendas de alto costo), no diseño con esa finalidad. Pienso que la moda no puede perder su rol significante dentro de la historia, ni el arte su cualidad política; entonces a menudo me pregunto lo que esto significa, el cómo y desde dónde quiero actuar. Y aunque todavía no tengo respuestas completas porque siempre hallo contradicciones, estimo sacar una línea de prendas dentro de series (no colecciones), como parte de un esquema colaborativo de trabajo. Las prendas tendrán conceptos individuales entre ellas, serán de alta durabilidad en cuanto a materiales, con énfasis en una buena confección y tendrán procesos simplificados para poder ofrecer precios abordables a la cotidianidad.
Crédito fotografías: Cortesía Lía Padilla
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