Tiene 23 años y la frescura de su sonrisa es tan genuina como su forma de ver el mundo y de hablar sobre su vida: sin tapujos ni temores. Tiene 138 mil seguidores en Instagram con quienes interactúa constantemente y a quienes les cuenta lo feliz que han sido estos meses en los que espera a su primer hijo, Alvarito…
Por María José Troya C. @mariajosetroya. Fotos: Joshua Degel @joshdegel Producción: Chini Salazar @chinisr22. Maquillaje: Ariel Sierra @arielZierra. Peinado: Gisella Bardi @Gisellabardihair. Vestuario Palo de Rosa Optimoda. @optimodaec. FB: optimodaec. Web: www.optimoda.com.ec Vestidos rojo y verde: Landa / landashop.ec. Accesorios: @hippiechicjoyas Decoración: Sukasa y secciones Navidad Sukasa.
Tiene una agenda personal que no da abasto. Entre los preparativos para la llegada del bebé, su nuevo restaurante, los viajes junto a su esposo y la generación de contenido para sus redes le han dejado poco, o casi nada, de espacio para un reposo que fue sugerido por su médico, según nos contó. Sin embargo, gracias a su entusiasmo y emoción por la llegada de su hijo, su salud está al 100% así como su energía para este importante cambio de vida que está por llegar.
Ángela Lavinia Valbonesi Acosta tiene 23 años, es hija única y si bien tiene un halo dulce y delicado que la envuelve, al conocerla más a fondo se devela una mujer fuerte y con objetivos claros, con la mente enfocada en los pasos a seguir para alcanzar sus sueños personales y familiares. Ama su trabajo y a su esposo, el asambleísta Daniel Noboa Azín, con quien contrajo matrimonio en agosto de este año y gracias a él, ha empezado a pensar en la posibilidad de ser la Primera Dama del Ecuador, en futuras elecciones.
Nació en Chone y a los pocos meses se fue a vivir en Galápagos. Su padre italiano, Furio Valbonesi, hace mucho se había enamorado de las Islas. Ahí fue donde conoció a la madre de Lavinia, Gloria, y, según cuenta ella, no hay mejor lugar para crecer que rodeada de tanta naturaleza agreste y única. “No había ventanas en mi escuela, todo el esplendor de Galápagos estaba a la vista. Vivir ahí –en Santa Cruz- fue mágico, pero ya para la vida de adolescente es otra cosa. Fue así que mis estudios los culminé en Guayaquil”.
Se graduó a los 16 años –saltó de primer grado a tercero– y gracias a eso decidió tomarse un año sabático. “Iba a estudiar Ciencias Políticas. Mi padre es cónsul honorario; estudió Medicina, habla siete idiomas y él me impulsó a estudiar varios idiomas desde niña. Ese se suponía que iba a ser mi futuro. Fue así que él me consiguió una pasantía para trabajar con el primer ministro de Australia en su campaña para la reelección y, estando allá sola, mi vida dio un giro total.”
Ese cambio que menciona no solo tuvo que ver con su carrera, con sus preferencias profesionales más obvias sino con algo que por varios años definió su vida: su relación con la comida.
Promulgas un estilo de vida saludable y una alimentación equilibrada, ¿qué te llevó a eso?
Empezó por un trastorno alimenticio que sufrí. Recuerdo que todo estalló porque desde muy chiquita mi papá me decía que estaba gordita. Cuando eres tan niña eso no te importa porque no eres consciente, pero cuando crecí y empecé a modelar, fue un tema que me obsesionó. Me metí eso en la cabeza: que era gorda. Tuve una mala relación con la comida, hice todas las dietas, tomaba laxantes, estuve en un punto de desnutrición -para serte honesta- y, entre todo lo que probé y experimenté, terminé yendo a una charla de Sascha Fitness. En el fondo siempre me daba miedo comer y engordar, vivía de las dietas y le decía a mi entrenadora de gimnasio que yo quería ser hueso y pellejo. Sin embargo, después de esa conferencia, dije voy a probar su técnica. Veamos que pasa…
¿Y qué pasó?
Que al estar viviendo sola en Australia me metí en Crossfit. No tenía nada que perder y ya lo había probado todo. Llegué a la casa de una familia muy linda y que además comían saludable. Todo fue cambiando. Empecé a hacer ejercicio, a ver cómo mi cuerpo cambiaba, la mente y la energía también; todo empezó a tener otro sentido y a alinearse con una nueva vida. Regresé a Ecuador, debía hacer papeles para volver y luego estudiar Ciencias Políticas, pero lo pospuse, hasta que le dije a mi papá que iba a seguir Nutrición. Casi se muere (risas), pero esto era lo mío. Dijo que no me iba a apoyar si no me iba a estudiar a Italia…
¿Y tu mamá?
Mi mamá siempre pasó conmigo en la infancia, pero luego cuando yo salí del país pensando en que iba a vivir lejos, ella quiso rehacer su vida y también se fue a vivir fuera del Ecuador. Fue así que regresé a la casa de mi mamá, pero sola. Imagínate que tenía una mesa de plástico con ¡tres patas, ni siquiera cuatro! ¡tres! y una cocineta; es decir lo básico para sobrevivir. Pero como de chiquita me cuidaban tanto, vivir sola fue un sueño hecho realidad. ¡Wow!, pensaba yo (risas).
Lo bueno es que mi madre, desde chiquita, me enseñó a valerme por mi misma. Trabajé de modelo desde los 15, y en ese tiempo que no recibí apoyo, trabajé en una isla de joyas, en campañas publicitarias de marcas, daba clases de italiano, y aunque ahorraba, sabía que jamás iba a poder pagarme una carrera universitaria. Además, vivía lejísimos, me acuerdo que tenía que coger varios buses, iba al supermercado sola y luego regresaba cargando las bolsas de compras, pero así logré pagarme mi certificación. Ahora tengo mis pacientes y también mi local que es un sueño hecho realidad.
De hecho, Lavinia tiene una certificación en Nutrición Fitness, otra como Personal Trainer y Body Building y su carrera en Nutrición en la universidad está en pausa por el embarazo y porque está sumergida en su nuevo negocio: Green Deli, su restaurante en Guayaquil dedicado a la alimentación sana.
¿Cómo surgió lo del negocio?
Antes se llamaba Green Bar y era de la hermana de Daniel. ¡imagínate lo chiquito que es el mundo!. Fue mi lugar favorito desde siempre. Pero luego lo vendió a dos hermanas –cambió de nombre a Green Deli- y cuando me enteré que lo iban a vender ¡fue un sueño hecho realidad!. Lo compré entonces con mi suegra (Annabella Azín). Ella es muy parecida a mi porque come saludable, es doctora especializada en Nutrición; es como de la misma ‘onda’ y me dijo “hijita, tú hazlo todo y me cuentas”. Ha sido increíble que esto se dé.
El amor inesperado
Su relación con Daniel Noboa, hijo del reconocido empresario y político ecuatoriano Álvaro Noboa Pontón, inició hace tres años cuando él fue a su consultorio para una asesoría nutricional. “No me llamó él para hacer la cita, sino su asistente, y pensé “qué sobrado” (risas). Cuando llegó estaba ‘gordito-gordito’ y me dijo que me contrataba por un año. Yo le dije que con algunos meses estaría bien, pero él insistió porque además estaba preparándose para una maratón. Él además estaba estudiando fuera y me decía que me iba a mandar sus progresos, pensé que era mentira, pero así lo hizo. Cuando volvía me pedía el último turno y se quedaba ahí conversando. ¡No se iba!”
Poco a poco fue ganándose la confianza de Lavinia y se arriesgó a invitarla a cenar. Ella había salido de una relación y él ya estaba divorciado. Si bien cuenta Lavinia que tenía sus reservas al respecto, todas se esfumaron cuando le escuchó hablar de su hija. “Me contó lo mucho que él la ama y que quería justamente estudiar más para que cuando ella crezca lo ame por lo que es y no por lo que tiene. Eso me cambió la perspectiva sobre él, me relajé y me di cuenta que es un hombre bueno, inteligente, sensible.” Las cosas se fueron dando, entre anécdotas, risas y viajes hasta ahora, que están por formar una familia.
¿Cómo es tu relación con tu suegro, Álvaro Noboa?
Mi suegro es lo máximo. Me llevo súper bien con ellos, es un hombre tan bueno… Son como una segunda familia para mi. Cuando Daniel no está salgo con ellos a comer o a conversar. Yo recuerdo que cuando nos casamos le dije a mi suegra, ‘ya soy como su hija’ y ella me dijo ‘¡eres nuestra hija desde hace tiempo!’. Me llena de emoción pensar en ellos y en ese cariño que nos tenemos. Nos llevamos súper bien, tengo mucha suerte. Es una familia muy linda y buena. Es increíble.
¿Qué dijeron tus padres sobre tu matrimonio?
Con mi madre no tenemos buena relación. No hablamos hace años; ella vive en New York. Ella tuvo un cambio de chip. Fue una excelente mamá en mi adolescencia y niñez, pero ya en la vida adulta nos separamos.
Tal vez ahora que vas a ser madre vas a sentir su ausencia y podría haber un lindo reencuentro…
Cuando viví sola fue súper fuerte para mi pues tuve algunos problemas personales y me dio depresión. Como yo soy de ir al psicólogo, terminé conociendo a alguien que es ahora muy cercana para mi. Es como mi mamá. Ella fue a mi matrimonio, hablo a diario con ella, la visito, la quiero muchísimo. Su familia se ha convertido en la mía. Siento un cariño más cercano y honesto por ella. Además, también está mi suegra que es como mi mamá. Incluso le cuento cosas que pasan con Daniel porque veo que ella y yo nos parecemos mucho y Daniel se parece a su padre, por lo que ella me aconseja. Siento que tengo madres por dos lados.
Con mi padre nos parecemos mucho y por eso chocamos. Con él nos llevamos bien y sí fue a mi matrimonio. No tenemos relación de padre e hija inseparables, pero somos cercanos. Sin embargo, soy agradecida con ambos, no tengo apegos, pero sé cuánto –en su momento– ellos hicieron por mi.
¿Cómo te sientes al ser parte de una de las familias más conocidas del Ecuador por su lado político y económico?
Es algo que me preguntan mucho en redes sociales, pero es una familia tan normal, son tan sencillos y relajados que no sabría qué decirte.
Sí, pero el estar casada con un político no es una vida tradicional.
Claro, ahora lo veo por el lado de Daniel en la Asamblea y es algo a lo que no estaba acostumbrada. Desde que salíamos, él me dijo: “tienes que estar consciente que te tienes que cuidar de todo”. Yo soy más relajada en ese aspecto, pero ahora me cuido más por él, porque él está formando toda una vida política y gracias a Dios lo esta haciendo bien.
Antes de conocerlos,¿habías votado por tu suegro en las elecciones?
La primera vez que voté, mi suegro no se lanzó. Me acuerdo que voté por Lasso. Y es chistoso, pero me acuerdo que cuando yo era chiquita y mi suegro estaba en campaña, salía Annabella en televisión y mi mamá me decía, “así tienes que ser: ella es una mujer muy guapa e inteligente”. Cuando la conocí le conté esa anécdota. Yo nací en 1998 y mi suegro cuando me conoció me dijo: esa fue mi primera campaña (risas).
Y si ahora se volvería a lanzar ¿votarías por él?
¡Obvio! A ojo cerrado. Mi suegro es buenísimo, pero si alguien se va a lanzar será Daniel.
Y en ese caso, ¿tú crees que estás lista para un cargo público o para ser la Primera Dama?
En las campañas me fue muy bien, sobre todo en Santa Elena. Yo le acompañaba a Daniel y tuve mucha aceptación de las mujeres y los niños. Creo que soy muy buena con las personas. No soy buena en las cosas sociales: fiestas y reuniones políticas. Pero sí soy buena para ayudar a otros, son ambientes más naturales para mi. Yo le digo a Daniel que ya tengo que empezar a prepararme (risas). Pero sí, ese es el plan a la final porque el está súper encaminado, está haciendo las cosas bien y él tiene las cosas claras. Lo que sea que haga, lo hará bien.
¿Cuál es tu visión sobre la política del Ecuador?
Me parece que esta súper complicada. Me da pena ver las situaciones con el Presidente y la Asamblea que no llegan a acuerdos. Sé que Lasso tiene buenas intenciones y creo que puede hacer un cambio, pero si no tiene ayuda de la Asamblea no va a poder hacer nada y el país estará en crisis sin acuerdos.
¿Y de verdad sería un sueño para ti ser la Primera Dama?
No es que sería mi sueño, nunca me vi metida en la política hasta que estuve con Daniel, pero me encantaría hacerlo por él.
¿Y no te lanzarías desde otra esfera, como por ejemplo asambleísta…?
No. Eso no. Siempre estaré apoyando a mi marido.
Sin embargo, hay algunas Primeras Damas que no han sido tan visibles…
No, a mi sí me gustaría ser visible. Yo quisiera ayudar y si mi esposo ya es Presidente a mi me gustaría estar ahí para hacer cambios porque Ecuador lo necesita. En las campañas yo lo vi: la condiciones de vida de la tercera edad, de las mujeres, de las niñas. Es indignante.
Sin embargo, para estar más presente y visible, también hay que formarse. ¿Lo estás haciendo?
Sí. Pero hasta que lleguen las elecciones todavía falta. De que me tengo que preparar, lo tengo que hacer. Con mi esposo lo hemos visto ya desde hace algún tiempo; ya te digo: él es de planificarlo todo.
Serían como una nueva versión de Álvaro y Annabella…
(Risas) ¡Sí! Nos dicen mucho eso. Es chistoso porque la personalidad es súper parecida. Daniel es súper inteligente como el padre, trabajador, analítico y con Annabella tenemos muchas cosas en común; me parezco a ella. Somos como la versión más joven (risas).
Y en el plano de opinión más popular, ¿no les afecta cuántos memes o chistes se hacen sobre tu suegro?
Sabes que, en verdad, a la familia no le afecta. Álvaro tiene una personalidad muy particular. Es único. Todos son conscientes de lo que él es, de lo que ha logrado, el tipo de padre y esposo y saben cómo es la política. Si sale un meme o algo nosotros mismo nos reímos o usamos el sticker. Mi suegro se ríe mucho de esas cosas. Recuerdo una vez que salió un Tik Tok de él corriendo, nos reímos demasiado, fue lo máximo.
La maternidad, la luz en su vida
Lavinia cuenta que su relación con la hija de Daniel, producto de su primer matrimonio, es fantástica. Confiesa que le hornea cupcakes, que la mima y que el cariño mutuo es auténtico. Ahora que está a punto de dar a luz sabe que los niños siempre son la alegría del corazón.
¿Cómo te estás preparando para la llegada de Alvarito?
¡Mi hijo va a estar en todos los memes del país! (risas). Estoy de seis meses y medio de embarazo. Estamos emocionados y ansiosos. Tengo todo comprado. El nombre -Álvaro- surgió porque estábamos de viaje y mi suegro me llamó por FaceTime y me dijo: “Lavinia, quiero proclamarme padrino de tu primer hijo. Mi papá fue padrino de Daniel y quiero hacer lo mismo por mi hijo.” Yo le dije: “¡claro!, y yo le prometo que si es hombre se va a llamar como usted”. Cuando quedé embarazada, él pasaba preguntándome si era niño o niña, no podía aguantarse la emoción. Sería el sexto nieto para mi suegro.