Nadie más fuerte en el firmamento musical pop contemporáneo. Giras agotadas con meses de antelación, canciones directas llenas de indirectas a quienes son objeto de su pasión. Una diva carismática que logra una conexión única con sus seguidores. Dulce pero implacable. Una estratega que tiene el cálculo bien hecho para seguir brillando mientras su inspiración sigue monetizando…

Por Juan Manuel Granja. Fotos: Getty Images

Taylor Swift es, sin duda, una superestrella. Tiene auténtico talento y lo que es aún más difícil y raro de encontrar: brillo de pop star. Eso está fuera de discusión: sabe crear un hit musical tras otro, sabe tocar la guitarra y componer, casi siempre con ayuda del teléfono celular (su borrador de letras e ideas). Taylor sabe cantar y sabe cambiar de estilo o sonido cuando hace falta o cuando algo no suena como debería sonar; es decir, su entendimiento con los productores es de eficiencia total, casi telepático.

En su documental Miss Americana (Netflix, 2020) ya lo demuestra: desde adolescente quiso encajar en la industria musical juvenil con sus letras pegajosas y románticas para luego, también incluirse en el juego hollywoodense en el que evidencia cómo sale de ese molde (auto) impuesto para demostrar su verdadero yo artístico. (Lo misma historia la han vivido miles de jóvenes de manera real–en su momento- como Demi Lovato, Selena Gomez, Miley Cyrus, entre otras.) Taylor dejó entonces de solo representar el encanto folk, romántico e ideal para pasar a hablar de política, de sus amigas y de sus rivales, de los medios de comunicación y de los esterotipos. Se apropió hábilmente de lo que otros criticaban sobre ella para luego virar la flecha y convertirlos en blanco de ‘su narrativa’. Como ella mismo lo dice, es la heroína y la antiheroína de su propia historia. No es inmune a la crítica, ha confesado que le duele, pero monetiza rápidamente y, eso, no lo logra cualquiera. La inspiración le llega de su cotidianidad íntima y le saca un provecho que incluso hasta ahora resulta bastante novedoso porque expone detalles de sus desilusiones románticas y profesionales con la industria con pistas que sus seguidores se deleitan en descubrirlas en cada lanzamiento. “¿A quién estará dedicada la canción?”…

El asunto es que la cantautora nacida en 1989 en Reading, Pensilvania, es tan criticada como admirada. Para sus fans, no hay nadie en el firmamento del espectáculo que se le parezca. Para sus detractores, no obstante, la rubia que se inició de adolescente en el circuito de la música country (un ámbito todavía visto como conservador, patriotero y reaccionario) sigue teniendo algo que no los llega a convencer. Es creada a imagen y semejanza de sus propios sueños, de su visión construida de lo ‘que es ser una artista’, de su visión de irreverencia y venganza con dedicatoria, casi siempre, a quienes tiene cerca.

¿Es Taylor Swift un síntoma más de esa profunda división estadounidense que suele saltar a las primeras planas y romper las burbujas de las redes sociales o las cámaras de eco de Twitter cada vez que hay elecciones?

Ha pasado ya algún tiempo desde que el mundo la escuchó por primera vez: Swift lanzó su álbum debut homónimo en 2006, allí la escuchamos sumergida en el amor a la música country que le inculcó su familia. A los 14 años, convenció a sus padres de mudarse a Nashville, Tennessee, la meca de la música country, para seguir perseguir una carrera musical. La familia se estableció allí para apoyar a Taylor y a los 15 años ya contaba con un contrato discográfico.

La catapulta que la llevó a la fama tenía dos características: composición emocional y habilidad para conectar con su audiencia. A medida que su carrera avanzaba, la artista comenzó a experimentar con otros géneros y ritmos, así como con una imagen más atrevida (sin llegar a los extremos de Lady Gaga pero siguiendo esa mutación a la Britney Spears de adolescente inocente a fiera sexual). Fue así que hizo la venia fatal (y millonaria) y se inclinó hacia el pop. Su álbum 1989, lanzado en 2014, marcó el desvío definitivo. Desde entonces, ha continuado con una seguidilla de álbumes exitosos, incluyendo Reputation (2017), Lover (2019) así como Folklore y Evermore, ambos lanzados en 2020.

Taylor ha vendido millones de álbumes en todo el planeta. Varias de sus canciones han alcanzado el número uno en las listas de Billboard Hot 100 y ha sido la artista femenina con más entradas en la lista. Además, ha sido la única cantautora en la historia en tener cuatro álbumes que vendieron más de un millón de copias en la primera semana de lanzamiento. Sus conciertos se caracterizan por su producción de alta calidad, coreografías elaboradas y su alta interacción con el público. Su gira Reputation Stadium Tour, por ejemplo, estableció récords de asistencia y recaudación en varios estadios en 2018. Desde que empezó, hasta la fecha de esta publicación, ella ha cancelado un solo show en la historia de su vida profesional: con lluvia o huracanes, ella está siempre lista.

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