La publicación de dos nuevos libros revela la personalidad, el talento y la historia de estos dos editores que, cada uno a su manera, están redefiniendo el mundo editorial, de la moda y la cultura.
Por Manuel Santelices Fotos: Getty Images
En ese complicado y a veces cruel juego de tronos que es el mundo editorial y de la moda, hoy en día existen dos monarcas, Anna Wintour, directora de Vogue Estados Unidos y Directora Editorial Global de Conde Nast, y Edward Enninful, director de Vogue Británico. En estilo, carácter e historia no podrían ser más diferentes, pero ahí están ambos, en la cúspide, compartiendo no solo una exclusiva membresía en el club de la “international fashion”, sino, más importante aún, un rol protagónico en el futuro de la industria de la moda y la cultura.
Dos nuevos libros ofrecen una reflexión sobre estos fascinantes personajes: “Anna”, una biografía escrita por la periodista Amy Odell con el beneplácito de la Wintour y, por lo mismo, con acceso a numerosos amigos y colaboradores de la editora; y “A Visible Man”, memorias escritas por el mismo Enninful que hablan de su extraordinario camino como un joven inmigrante Ghanés en Londres hasta las oficinas de Vogue en Hannover Square.
Recorriendo las páginas de “Anna”, pareciera a veces que la única intención del libro es demostrar que la Wintour es una mujer de carne y hueso, capaz de expresar emociones, y no un androide escondido debajo de una peluca bien peinada y enormes anteojos de sol de Chanel. Como evidencia número uno, la autora relata un episodio cuando Anna llora en la oficina- sí, llora. En. La. Oficina.- y aunque sin duda el momento debe haber dejado estupefactos a sus súbditos, perdón, sus subordinados, las lágrimas estaban bien justificadas considerando que la noche anterior Donald Trump había sido sorpresivamente electo presidente de Estados Unidos. Aun así, esa maña- na fatídica Anna se levantó de su cama, saco algún Prada o Dior o Chanel del closet (sus marcas favoritas), se montó en sus sensibles tacos, y partió a la oficina. No hay drama que se interponga en el camino de la editora hacia sus responsabilidades. Fue a trabajar solo horas después del ataque del 11 de Septiembre a las torres gemelas, y tampoco pidió el día libre cuando se sometió a un tratamiento estético, llegando a su escritorio con marcas visibles en la cara. Solo queda imaginar los comentarios de esa mañana en la sala de la fotocopiadora de Vogue.
VESTIDOS DE PRADA Y RETRATADOS EN EL CINE
La autora dedica gran espacio al testimonio de numerosas asistentes directas de Anna, las que crean un retrato que no difiere mucho del de Meryl Streep en “El Diablo de viste de Prada”, la película inspirada en la novela de Laura Weisberger, otra ex asistente de la Wintour. “Una debe llegar a las 7:30 porque ella llega a menudo antes de las 8; puede ser entre 7:45 y 8. Así, entre 7:30 y 7:45 le da tiempo a la segunda asistente para reunir todas las cosas que necesitará en el día, imprimir el calendario de actividades, escuchar los mensajes de voz dejados en el teléfono y seleccionar los que sean urgentes para que Anna los responda en la mañana y asegurarse que todos los diarios y revistas que quiera leer estén en su escritorio”, explica una. Otra agrega: “Las ordenes llegan día y noche. Tenía pesadillas….despertaba en medio de la noche pensando si era necesario que revisara mi email. Anna está siempre hablando contigo. Es una lluvia constante de emails, los envía todo el tiempo. Van desde ‘necesito ver a tal persona’ a ‘comunicame con esta otra’. Cuando estaba en la oficina, enviaba un mail que decía simplemente ‘Café, por favor’”.
Wintour nació en Londres en 1949 y según Business Insider, gana un salario anual de 2 millones de dólares más beneficios, incluida una asignación para ropa de seis cifras. Continúa dirigiendo a Vogue hacia nuevas direcciones creativas en la era digital. Según el medio, el patrimonio neto actual de Wintour es de aproximadamente 35 millones de dólares.
El detalle escrito de cada una de estas responsabilidades es apabullante y, según algunos críticos, algo aburrido. Lo mismo pasa con los halagos que “las fuentes”- amigos y colaboradores de Anna seleccionados por ella misma para dar su testimonio- ofrecen en el libro. Según ellos, la editora tiene “un gusto exquisito”, es la “perfecta anfitriona”, posee “un sentido del humor extraordinario” y es “decisiva e inteligente”. Ninguna reunión dura más de 15 minutos y a menudo termina con un simple “eso es todo’- “that’s all”, en la versión de Meryl Streep- y Anna levantándose de su silla.
Cualquier acusación de nepotismo parece injusta en el caso de la Wintour. Es cierto que su carrera comenzó después de abandonar la universidad a medio camino cuando su padre, el poderoso editor de The London Evening Standard, Charles Wintour, le consiguió su primer trabajo en la revista House & Garden, por entonces dirigida por una amiga de la familia. Después de esa primera ayuda, todos sus éxitos han sido responsabilidad de su trabajo duro y talento. Cuando Anna le preguntó a su padre que debía poner como “aspiraciones profesionales”, el respondió “debes decir que quieres ser editora de Vogue, por supuesto”. Años después, cuando Anna se entrevistó para una posición de trabajo con Grace Mirabella, por entonces editora de Vogue, Grace le pregunto qué trabajo le interesaba. “El tuyo”, le contesto Anna. Ocho años después, en una muestra de ambición y tenacidad que no se ha detenido desde entonces, Anna estaba sentada en su silla.
Anna Wintour es la figura más influyente de la moda, posiblemente la editora con más mentalidad comercial de todos los tiempos. Durante sus 25 años en la biblia de la moda convirtió sus portadas en auténticas campañas de lanzamiento de famosos, diseñadores, cantantes…
La ruta de Edward Enninful al trono británico de Vogue es casi opuesto. Mientras Anna creció en uno de los barrios más elegantes de Londres, se educó en colegios privados y nutrió su futuro al amparo de poderosas figuras del mundo editorial, social y político, Edward fue, como escribe en sus memorias “un chico inmigrante, negro, gay, de la clase trabajadora”. Es cierto que no tenía mucho, pero tenía un look, algo especial que llamó la atención de un scout de la famosa revista I-D que lo vio en el metro y le ofreció trabajo como modelo. En un comienzo su madre se negó terminantemente, temiendo que su hijo de apenas 16 años terminara devorado por las pirañas del mundo de la moda. Pero Edward insistió, insistió e insistió, intuyendo que la oportunidad le abriría las puertas de un universo con el que llevaba hace tiempo soñando. No se equivocó. Dos años después, se convirtió en flamante productor de modas para la revista y de ahí su carrera no dejó de avanzar.
Por entonces las cosas no eran lo que son hoy. La palabra diversidad no existía, y aun cuando fue nombrado editor de modas estrella de la revista W en Estados Unidos, bajo las órdenes de Stefano Tonchi, Enninful era el único editor de color en la primera fila de las colecciones en Nueva York, Milán o Paris. Su mentor y gran ejemplo fue, naturalmente, André León Talley, el inolvidable pionero en esta batalla. Sus experiencias con el racismo han sido frecuentes. Una de las más memorables fue en su primer viaje de trabajo a Paris, cuando tuvo la oportunidad de visitar el atelier de una de sus diseña- doras favoritas, Rei Kawakubo de Comme des Garçons, cerca de la Place Vendôme. A la salida, un policía lo de- tuvo y exigió ver sus documentos de identificación. “Me di cuenta que era la única persona de color en toda la plaza”, escribe Enninful.
Él es uno de los personajes más respetados del mundo de la moda a nivel global mientras que su ya marido, Alec Maxwell, mantiene un perfil mucho más discreto. Además de su trabajo en revistas, Enninful ha sido el responsable de las campañas de Dior, Valentino o Lanvin, entre otras emblemáticas marcas, así como de los desfiles para las firmas más prestigiosas.
Sus experiencias de vida lo han convertido en el editor perfecto para un momento de profundos cambios. Su antecesora en el Vogue Británico, Alexandra Shulman, dejó durante más de dos décadas las páginas de la revista (y las puertas de su oficina) reservadas para un grupo selecto de mujeres jóvenes, bien conectadas y, en su enorme mayoría, blancas, un pecado que Anna Wintour repitió por largo tiempo en Vogue Estados Unidos. El nombramiento de Enninful en 2017 se sintió, por lo mismo, como un huracán de aire fresco. “La revista languidecía creativamente y en tono, refiriéndose casi exclusivamente a un grupo de clase media alta y clase alta de la sociedad británica”, escribe el editor en su libro. “Me parecía que la revista se alejaba cada vez más del pulso del país, sin siquiera mencionar al resto del mundo. Sentí que no reflejaba la Gran Bretaña que conozco y de la que soy parte”.
Edward Enninful es uno de los estilistas y directores creativos más reconocidos y prestigiosos del mundo. “Un poeta”, según la diseñadora Diane von Furstenberg, que actualmente está al frente de las ediciones europeas de Vogue UK, Vogue Alemania , Vogue Italia , Vogue Paris y Vogue España.
Eso cambió rápidamente con su primera portada como editor en jefe, que llevó a la modelo inglesa de raza mixta, Adwoa Aboah, en un turbante fotografiada por Steven Meisel y maquillada por Pat McGrath. Esa portada fue un éxito de ventas y de impacto en las redes sociales, algo que se ha repetido cada mes y que le ha dado a la versión inglesa de Vogue una relevancia que parecía haber desaparecido por completo en el mundo de las revistas. En los dos últimos meses, la Internet ha enloquecido con portadas dedicadas al triunfal regreso de Linda Evangelista después de casi una década desaparecida por culpa de una mala intervención estética, y a Timothée Chalamet, el único hombre en aparecer solo en la portada de la revista en sus 130 años de historia. Solo queda esperar a ver cual será el próximo “coup” de Enninful.