Gracias a su amplio registro, el cine actual ha tenido momentos inolvidables con sus películas. Hoy, este ex marine, es considerado uno de los más versátiles de la industria.
Por Yenny Nun. Fotos: Getty Images.
Parecería que Adam Driver ha trabajado más durante la pandemia que antes de ella. En 2021, pasó de festival en festival: Cannes, Venecia y Toronto y decenas de alfombras rojas. Estrenó además, tres películas que han sido aclamadas por el público y la crítica. Estuvo en el musical Annette, donde hizo de pareja de Marion Cotillard y fue dirigido por el excéntrico Leos Carax. Luego estuvo en El Último Duelo, una superproducción acerca de un trágico triángulo amoroso ambientado en la Edad Media, filme dirigido por Ridley Scott, donde Driver se enfrenta a un duelo a muerte con el personaje encarnado por Matt Damon. Y fue nuevamente Ridley Scott el encargado de dirigirlo -a él y a Lady Gaga- en La Casa de Gucci, cinta que muestra los entretelones del asesinato de Maurizio Gucci (nieto y heredero de la fortuna Gucci), perpetrado a través de un sicario y ordenado por su ex mujer Patrizia Reggioni. Adam Driver, con gafas y luciendo impresionantes atuendos de la famosa marca, se transforma en el trágico personaje.
Ya corren rumores de nominaciones a los galardones más importantes, tanto para el actor como para Lady Gaga. Sin embargo, no es la primera vez que se reconoce su gran talento. El actor de 38 años ya obtuvo nominaciones como Mejor Actor en 2019 gracias a Marriage Story que coprotagonizó junto a Scarlett Johansson y anteriormente con BlacK Klansman, en la categoría de Mejor Actor de Reparto, dirigido por Spike Lee. Y por supuesto fue nominado también a los Emmy en la categoría de Mejor Actor de Reparto, gracias a la famosa serie de televisión, Girls, donde interpretó al conflictivo y magnético novio de Lena Dunham.
Aunque el actor se entrega totalmente a sus roles y suele desaparecer en ellos, es obvio que su enfoque -al estilo de Daniel Day Lewis, Robert de Niro y Al Pacino- se centra en su vida profesional y prefiere contar lo menos posible de su vida personal.
Nació el 19 de noviembre de 1983 en San Diego, California. Después que sus padres se divorciaron, junto a su madre y padrastro, la familia se mudó a la pequeña ciudad de Mishawaka, Indiana. A pesar que mostró talentos musicales e interpretativos en el colegio, después de graduarse Adam no continuó por el camino artístico, sino que terminó entrenándose como marine en el Campamento Pendleton de California. Fueron varios años más tarde, cuando finalmente logró que lo aceptaran en Julliard, una de las mejores Academias de Arte Dramático de EEUU. En el ínterin, había contraído matrimonio con su novia de muchos años, Joanne Tucker. La pareja tiene un hijo.
¿Le fue dificil que lo aceptaran en Julliard?
Lo intenté en dos oportunidades. La primera estando aún en el colegio, cuando no me aceptaron. Entonces, continué mi vida decidiendo ingresar a la Fuerzas Armadas. Varios años más tarde, me presenté a una segunda audición y me fue bien. En ese tiempo yo era muy ingenuo, por suerte, y no me di cuenta lo importante que era el poder tener esta segunda oportunidad. Si me hubiese percatado de lo difícil que era llegar a Julliard, me habría sentido incluso mucho más nervioso de lo que me sentí. Llegué a la audición con una suerte de confianza falsa, sentía que estaba bien preparado, a pesar que no sabía nada de la profesión, sobre todo al haber crecido en un lugar como Indiana (zona rural del medioeste norteamericano). Cuando supe que me habían aceptado, no me lo podía creer.
Si desde el colegio le gustaba tanto el canto y la actuación, ¿que lo motivó a entrar en la Marina?
Me impactó muchísimo lo ocurrido en el 9/11 y como en esa época, en realidad, no tenía un norte bien definido, decidí ofrecer mis servicios. Pasé tres años en Pendleton al Sur de California, entrenándome para luego combatir en el extranjero.
¿Hoy siente que valió la pena?
Totalmente. Para mí el ejército no significó una pérdida de tiempo, al contrario, pertenecer al cuerpo de Marines, me sirvió como entrenamiento para poder actuar (risas). Porque dentro de las Fuerzas Armadas, también uno está aislado con un grupo de jóvenes bajo un tremendo estrés. Se necesita trabajar en equipo, compartir los triunfos, llegar a una meta que es más grande que la de una sola persona. Concluí que existía mucho cross over entre ser un marine y un actor.
¿De qué manera?
En ambas profesiones lo importante es el esfuerzo comunal, todos intentan llegar a una meta mayor que la de una sola persona. Cuando se es marine o actor, se necesita de un líder, de un comandante en el ejército y un director en el cine. Como militar, se interactúa con las armas y en el cine y TV, con la cámara.
Luego de entrenarse, ¿alcanzó a ir a combate?
No, porque justo antes que me trasladarán a una base en el extranjero, sufrí un accidente conduciendo mi bicicleta de montaña: me quebré el esternón, por lo que todos mis amigos partieron menos yo. Permanecí varios meses en el Campamento Pendleton de California desde donde finalmente fui despedido con honores.
Al parecer su accidente fue bastante serio…
Yo venía pedaleando montaña abajo cuando ocurrió. Se me enterraron las dos manillas de la bicicleta en el pecho y, como iba solo, debí bajar a pie el resto de la montaña con mi esternón roto. Lo peor vino cuando se me agravó el problema porque, en lugar de tomarme un descanso, seguí mi entrenamiento como marine.
¿Su intención era quedarse en las Fuerzas Armadas?
Probablemente me habría quedado si no fuera por ese accidente. Con mi entrenamiento aprendí a sobrevivir, como por ejemplo comiendo frutos rojos en el bosque y sabiendo como utilizar un arma. Fue esa preparación la que me dió la suficiente confianza para probar suerte como actor. Si era capaz de sobrevivir una guerra, ¿porque no podría sobrevivir una audición? (risas).
Sabemos que aún continúa ligado al Ejército a través de su Fundación…
Se llama AITAF (Arts in the Armed Forces), la creamos en 2008 junto a mi entonces novia Joan Tucker (la pareja está casada desde 2013). Nuestra idea era llevar grupos musicales, obras de teatro y películas a los soldados de las Fuerzas Armadas organizando giras por las distintas bases dentro y fuera de EEUU. Por suerte, muchos actores han colaborado con nosotros como Laura Linney y Susan Sarandon. Nuestra organización no solo funciona como entretenimiento, sino que además tiene fines terapéuticos, ayudando a las familias que pierden sus seres queridos o a soldados que sufren de síndrome post traumático. En AITAF abordamos además varios de los problemas que sufren los militares como el alcoholismo, divorcio y depresión…
Deben sentirse muy orgullosos…
Lo estamos porque gracias a las Artes, los soldados han encontrado palabras para expresar sus sentimientos y estas palabras reemplazan su agresividad. Lo noté en mi mismo gracias a la actuación, eso cambió mi comportamiento. Por suerte me entrené como actor después de dejar el Cuerpo de Marines cuando, por primera vez, me di cuenta acerca del poder de las palabras. Y entonces quise compartir esta experiencia, con mis ex compañeros.
Su gran inicio
Ud. se hizo mundialmente conocido gracias a la serie Girls. ¿Cómo resume su experiencia?
Para mi fue una gran escuela, un show que tuvo seis temporadas donde me sentí cómodo. Sabía que Lena Dunham, y el resto del elenco, estaban haciendo algo nuevo, todo era muy abierto, con mucha colaboración entre nosotros y la mejor idea, ganaba. Era un ambiente excelente para trabajar, de cierta manera similar al teatro, ya que con el paso del tiempo, se tenía la posibilidad de ir mejorando al personaje, lo que también me ocurrió cuando hice las seis temporadas de Star Wars.
Habiendo trabajado en tantas películas de calidad, ¿ya se siente seguro como actor?
No. He trabajado junto a actores mayores y se nota que están muy seguros de lo que estan haciendo, pero en cambio yo, aún me siento algunas veces como un niño de 7 años o como un adolescente tratando de hacerlo bien. Y esto mismo me ocurre con todo lo que hago: ya sea escribiendo, actuando o cantando. Siento que nunca tendré una respuesta correcta porque para mi no existe. Yo soy del tipo de persona que todo el tiempo se tortura con sus ideas, “podría haberlo hecho un poquito mejor, podría haber ahorrado energía en esa escena y colocado más esfuerzo en esta otra y habría mejorado la historia”. En mi mente siento que no tengo nada bajo control.
¿Qué es lo que más le agrada de su profesión?
Que nos fuerza a ser empáticos, que se debe encontrar en uno mismo algo que nos relacione con el personaje que interpretaremos con el cual al comienzo sentimos no tener nada en común. Ningún otro trabajo nos da tres meses para pensar en la perspectiva de otro ser humano.
Ha trabajado con varios de los mejores directores del mundo. Este año en dos películas de Ridley Scott, con Leos Carax y anteriormente con Spike Lee, Sodebergh, Spielberg, Scorcese etc. Para Ud. ¿puede ser el director incluso más importante que el guión?
Sí, absolutamente, porque el cine es el campo del director. Y, entonces, ¿por qué no trabajar con los mejores? Fue lo que siempre quise hacer y he tenido mucha suerte de haberme encontrado disponible en el momento que ellos me necesitaban.
¿Con qué otros directores le gustaría trabajar en el futuro?
Tengo una lista en mi mente que es bastante larga para enumerarlos. Trataré de lograrlo y, sino, me tomaré algún tiempo libre. Ese es mi único plan. Reconozco que he tenido mucha suerte con las oportunidades que se me han presentado. A veces mis personajes no me hacen sentido, pero confío completamente en el director, aunque el clic se me produzca en la mitad o casi al fin del rodaje de la película. Vengo de una pequeña ciudad de Indiana, donde desde muy joven miraba cintas de Fellini, Godard y Scorcese, películas que abrieron mi imaginación y que me enseñaron la verdadera importancia del director.
Es obvio que Ud. siente una gran responsabilidad por el producto final de su trabajo…
No tomo mi profesión como algo liviano. Es sacrificada. Uno se encuentra alejado de su familia durante 3 o 4 meses, trabajando 12 horas diarias, totalmente envuelto en la dinámica de realizar un filme con la esperanza que el esfuerzo colectivo contará una historia que tendrá un efecto duradero en el público y que ojalá producirá un cambio o al menos una conversación importante. Y por este motivo, no me tomo mi profesión a la ligera, no deseo “embarrar” o arruinar la oportunidad. Siempre intento dar lo mejor de mi mismo.
¿Le afecta cuando finaliza el rodaje?
No. Me entrené para olvidarlas en el momento que terminan. Trato de sacármelas del cuerpo y de mi mente lo más rápido posible, de no pensar en ellas nuevamente y de inmediatamente ser distraído por el próximo proyecto o por otra cosa. Mi parte favorita es la colaboración que se produce cuando estamos trabajando, pero cuando se termina el rodaje, siento que ya no soy dueño del proyecto, sino que le pertenece al director. Tampoco veo las películas en las cuales he trabajado porque cuando se estrenan ya no tienen nada que ver conmigo.
¿Por qué?
Porque siento que mi inclinación sería convertirlas en algo diferente o arrepentirme en cuanto a lo que hice en mi interpretación. Cuando se estrena la película dos años después, me siento totalmente desconectado de ella. Me imagino que lo mismo les ocurre a los escritores cuando escriben un libro y lo leen cinco años más tarde.
¿O sea que si gana un premio por una de sus interpretaciones sentirá que no es totalmente suyo?
Exactamente, porque el galardón representa a un grupo de personas que no tuvieron la oportunidad de ganarse el premio. A veces son miles las personas que hacen posible la creación de una película y yo soy solamente uno de ellos.
¿De qué manera se prepara para roles tan distintos entre sí, como Escenas de un Matrimonio y recientemente Annette, El último duelo y La Casa de Gucci?
Aunque parezca una respuesta cliché, lo más importante para mi es aprenderme mis parlamentos a fondo. Todas las cintas son diferentes entre sí, por lo que aparte de saberme mis líneas, no realizo nada más en común frente a todas ellas. Y nunca trato de imponer mi manera de trabajar en el set , al contrario, soy muy abierto a reconocer cuando estoy equivocado. Pero trato de reunir la mayor información posible acerca de mi personaje y por supuesto, todo comienza con mis parlamentos porque sabérmelos me calma, no puedo llegar al set sin encontrarme preparado. Si no lo estoy, comienzo a sentirme nervioso lo que impacta mi interpretación. Pero, contestando su pregunta, antes de hacer una escena no tengo un mantra o una canción o un ejercicio vocal que siempre repito. No hay nada mágico, se puede sentir mucho interpretando una escena y el público no siente nada o viceversa, yo me limito a hacerlo lo mejor posible.
Habiendo trabajado en el teatro, en comedias y en dramas, ¿Qué género es el más desafiante y cuál de ellos le gusta más?
Disfruto de todos. Creo que un actor tiene suerte de poder trabajar en diferentes procesos y no estar pegado en un solo lugar. De esta manera, se ejercitan músculos diferentes pasando de la TV, luego al cine y después al teatro.
¿Tiene muchos amigos actores?
Soy muy amigo de Oscar Isaac. Nos conocimos en Julliard aunque no estábamos en la misma clase. Y lo que nos unió fue sentir que ambos éramos como una especie de almas pérdidas. Y ese mismo sentimiento continúa hasta hoy (risas).
¿Qué profesión habría elegido si no fuera actor ni marine?
No sé, no sé. Quizá habría sido esa persona que les da la bienvenida a los clientes de Wall Mart (risas) o un bombero.
Adam, a profundidad
Ud. es una persona súper intensa. ¿Qué lo relaja?
Una entrevista como esta (risas) Para mi trabajar y la vida no son muy distintas. Se crean relaciones en el trabajo para aliviar la tensión, porque existe demasiado estrés y presión y esas relaciones ayudan. En la vida privada, mi familia, mi mujer y mi hijo me relajan, como también me relaja no trabajar y me encanta tomarme dos cafés diariamente junto a mi esposa.
¿Qué nos puede contar de su matrimonio?
Veamos… Son muchas las cosas que me gustan de estar casado. Con mi mujer, nos apoyamos recíprocamente , me agrada tener alguien al lado que me aterriza y que me dice lo que piensa de mi. No es que el matrimonio sea una institución para todos, pero en mi caso, ser parte de una yunta me ayuda mucho, junto a Joan, encontré mi cable a tierra.
Tiene un lado juguetón, sabemos que le gusta bromear…
Así lo espero, no me veo como una persona súper intensa, pero es obvio que no me gusta perder tiempo, y siempre veo la posibilidad de hacer una película como una tremenda oportunidad sobre todo si alguien está invirtiendo millones de dólares en ella. Los actores estamos alejados de nuestras familias en una especie de cueva, aislados, con el fin de hacer algo que perdurará para siempre y es entonces cuando yo quiero darlo todo.
¿Qué es lo que más aprecia?
El silencio, es algo muy importante para mi sobre todo ahora con la cultura saturada a raíz de las múltiples redes sociales, las noticias de último minuto, celulares sonando sin parar, discursos políticos, influencers tuiteando, siempre rodeados de gente que no tiene paciencia para aburrirse ni reflexionar o para mantener conversaciones profundas. En este escenario, se necesita algo de paz y para mí, es importante encontrarla en mi vida. Vivo en Nueva York (Brooklyn) una de las ciudades más ruidosas del mundo y necesito salir de vez en cuando para poder sobrevivirla.
¿Toca algún instrumento?
El piano, pero no soy concertista ni mucho menos (risas).
¿Qué tipo de música prefiere?
Tom Waits, y en música clásica, Rachmaninoff. Si hubiera sido un Beatle me habría gustado ser George Harrison (más risas).
¿Algún hobby?
Me gusta observar los pájaros y cuando estoy en Nueva York voy a verlos al Central Park.
¿Es religioso?
La religión no es algo malo y de cierta forma siento envidia de las personas que lo son porque ellas tienen fe y sienten esperanza. Fui criado en un ambiente religioso, mis padres eran Bautistas, respeto la religión. Pero no me gusta cuando se pasa al territorio de “yo estoy en la verdad y tú estás equivocado, por lo que te voy a perseguir”. Esta actitud es mala para la humanidad, definitivamente creo en la libertad de expresión.