Redacción Cosas. Ilustración: Antonella Andrade @nellaartt
Audrey Hepburn, epítome de la gracia y la belleza -incluso hasta la actualidad-, encarnó a uno de los personajes femeninos más adorables del cine: Holly Golightly. Ataviada en su vestido negro –el clásico e indispensable Little Black Dress– y llena de sueños cosmopolitas, ha pasado a la historia como una de las mujeres que buscó, delicada y hábilmente, la libertad sexual y la independencia, aunque siempre con un halo romántico y soñador.
El filme de Blake Edwards, de 1961, Breakfast at Tiffany’s sigue revelando con el pasar de los años, nuevas facetas de esta mujer que para muchos era en realidad una Call Girl o una acompañante de caballeros muy determinada, pero que fue retratada con mucha sensibilidad, en un entorno que nunca decepciona: New York.
Pero, ¿qué es lo que la hecho tan famosa e icónica? Probablemente es el mix de todo: la belleza refinada de Hepburn, la osadía de hablar de sus sueños de grandeza con tanta inocencia, la ropa y los accesorios en medio de la Gran Manzana, la joyería –de Tiffany & Co.- los personajes y situaciones tan cómicos como extravagantes, ¡la música! (ella cantando Moon River es uno de los highlights), pero también está la audacia de los diálogos que, con el pasar del tiempo nos han permitido entenderlos mejor a ella y a su compañero de reparto, Paul Varjak (George Peppard). Son demasiados los elementos que, a pesar de ser sencillos, son grandilocuentes para una historia que sigue reinventándose y adquiriendo otros significados.
Esta adaptación del libro de Truman Capote –que se sabe que él la odió por ser demasiado edulcorada y con una protagonista que a su parecer siempre está perdida en la ciudad– fue elogiada con nominaciones a varios premios de la industria por su música, por el guion, por la actuación, la dirección, etc.
Para las amantes de la moda, Hepburn siempre se quedó con la esencia de Golightly: ella y su atuendo frente a la joyería son un icono del cine americano del siglo XX. Las gafas de Oliver Goldsmith, el apretado chignon, el vestido negro de Givenchy y su enorme portacigarrillos mientras come –puesta sus guantes- un croissant con café. Y claro, ¡los diamantes!
En 2012, esta película fue escogida para ser parte del National Film Registry de los Estados Unidos por su innegable aporte y su legado. Para los fans, este filme siempre ha estado bien resguardado en la memoria.