“Ya no gritemos Patria o muerte, sino Patria y vida”, se escuchaba en todas partes de la isla. Se trata de un verso que se ha convertido en himno para miles de cubanos que se expresaron en una inusual protesta. Además de los detonantes, existen factores de fondo y forma para entender esta coyuntura.
Por Martha Dubravcic. Fotos: Getty Images.
Primero, fue en San Antonio de los Baños y, poco a poco, en más de 20 poblaciones a lo largo y ancho de Cuba, donde ocurrieron manifestaciones protagonizadas por ciudadanos inconformes con la realidad que viven. El que hubiera una protesta en un país que no tiene cultura de protestar, revela mucho más que un malestar ciudadano; delata, probablemente, un hartazgo tal que hace perder el miedo a una porción de la población y se convierte en impulso movilizador para cuestionar a las autoridades.
Patria y vida, el coro rebelde
En febrero de este año, empezó a sonar una canción compuesta por los artistas cubanos Yotuel Romero y Descemer Bueno, el dúo Gente de Zona y los raperos Maykel Osorbo y El Funky. El tema musical que cuestiona a las autoridades y denuncia la situación política y económica que atraviesa Cuba, se hizo viral y meses después sería el coro rebelde de la protesta iniciada el 11 de julio. Irreverente y con un potente mensaje, la música movilizó a una parte de la población y puso a Cuba ante los ojos del mundo.
El gobierno intentó –al parecer sin éxito– contrarrestar el efecto y la difusión del tema musical que cambia la frase emblemática “Patria o muerte” por la de “Patria y vida” que, apelando a las emociones, funcionó como un llamado a la acción.
El origen de algo impensable
“Ese domingo de julio fue un episodio atípico en la cotidianidad de muchas familias en Cuba que generalmente se preparaban para recibir una semana de retos profesionales y personales, lógico algoritmo para un país que por más de 60 años vive en cerco económico”; es el testimonio de la periodista cubana Karina Sotomayor, con quien pudimos conversar. “A mitad del día, como muchos, fui expectadora de la alocusión del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, refiriéndose a estos incidentes, que en parte soprendieron, digo en parte, porque conocemos del impacto progresivo de lo que se denomina guerra no convencional por parte del gobierno de los Estados Unidos para asfixiar a la Revolucion cubana y, en cierta medida, estos escenarios fueron favorecidos por esta politica de golpe blando”, afirma.
Desde la otra orilla, los medios internacionales mostraban otra perspectiva. Las primeras motivaciones para la protesta tenían que ver con los apagones de electricidad y con la falta de vacunas en el contexto de la pandemia. Podemos intuir, casi con certeza, que esas razones eran solo la punta del ovillo, puesto que se evidenció un giro y de pronto el llamado era a protestar contra la dictadura y por la libertad. ¿Qué pasó allí? Era solo un detonante o dos, como ya viene ocurriendo en países como Colombia, Ecuador o Chile y frente a los cuales los líderes ya deberían estar entrenados para su lectura. El malestar de la población estaba en estado de contención y solo necesitaba del momento y las circunstancias precisas para estallar.
Es verdad que la pandemia se disparó durante las últimas semanas y llegó a un récord de 7 mil casos y 31 muertes en un día. Por otra parte, la economía de Cuba se contrajo en 11 por ciento en el año 2020 (elpaís.com; Qué está pasando en Cuba, 13 de julio 2021). Con el turismo paralizado, la economía vive su peor agonía y, además de la inflación, la población soporta escasez de comida y medicinas, en medio de unas medidas económicas que, si bien elevaron los salarios, abonaron para que se dispararan los precios.
Sin embargo, la protesta de julio necesitaba más factores a su favor para producirse. Michel Levi, profesor universitario y especialista en relaciones internacionales, destaca además, la existencia de una generación joven que ya no vivió el régimen de Fidel Castro, por lo que no tiene el temor reverencial de sus mayores al gobierno comunista totalitario.
Finalmente, la protesta encontrarían un aliado más: internet y las redes sociales.
La fuerza de las redes
Quien diría que en el país de las comunicaciones restringidas, las herramientas digitales serían poderosas armas para ejecutar la protesta. Los manifestantes no seguían la orden de algún disidente, sino que seguían el llamado de otras voces iguales a la suya a través de internet. Mientras el movimiento tomaba fuerza, como bien señala el artículo Hashtags y directos, las armas de los cubanos para hackear una revolución obsoleta (elpais.com), “la represión se adecuaba a las nuevas circunstancias. Llegaron las multas por publicaciones en redes sociales, fundamentalmente a activistas y periodistas independientes, los bloqueos de webs, los cortes de internet y datos móviles en lugares o momentos críticos y hasta la persecución y las detenciones”. Sin embargo, cuando el gobierno cortó el servicio de internet, los videos y hashtags ya se habían viralizado. El papel de las redes sociales marca quizás la diferencia principal respecto de otros intentos de reclamo, como el “maleconazo” de 1994 que, al no haber redes sociales, se redujo únicamente a La Habana y recibió una respuesta rápida de las autoridades.
La contra protesta presidencial
La retórica del presidente Miguel Díaz-Canel se orientó a culpar a los Estados Unidos por la crisis y llamar a sus seguidores a defender la revolución. Los argumentos y su lenguaje inicial respondieron a una lógica de contragolpe. “Estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que salgan a las calles y vayan a los lugares donde vayan a ocurrir estas provocaciones “, dijo el mandatario. La orden de combate estaba dada.
La periodista cubana, Karina Sotomayor argumenta que la comparecencia de Díaz-Canel en vivo, en cadena de radio y television, era necesaria. “Los cubanos tenemos como memoria importante aquellos discursos de Fidel Castro en estrecho vínculo con el pueblo a cada paso que daba la Revolución cubana… en ese entonces sentenció y con todas las razones, que era esta, una batalla de ideas”. También la periodista cree que la respuesta del presidente cubano fue asertada pues, “llamó a la unidad para defender los avances de una revolución que es luz para muchos pueblos subdesarrollados y que aspiran por la soberanía. En esta comparecencia Díaz-Canel confirmó que ante las insatisfacciones, el Estado cubano tenía todas las intenciones para dialogar y llamó a cada cubano a defender a la revolución desde el escenario más próximo…”
Según Michel Levi, “el mandatario no podía dejar que la situación política se le saliera de las manos. Sin embargo, tuvo que negociar y mostrar señales de apertura para evitar que los movimientos fueran más fuertes”.
Ahora vienen los juicios, con sentencias de hasta un año de prisión y, aunque muchas voces de la comunidad internacional piden mesura, las acusaciones por delitos como desorden público, incitación a delinquir y desacato, siguen su curso. “Las sanciones van a ser muy fuertes. Los gobiernos absolutistas en países donde no existe el Estado de Derecho, son muy afines al uso de medidas drásticas, para evitar que la situación se les vaya de las manos”, dice Levi. Mientras que Sotomayor, desde Cuba, hace referencia a lo que el magistrado del Tribunal Supremo Popular Joselin Sánchez Hidalgo dijo: “que para estas figuras delictivas con sanciones de hasta un año de privación de libertad, la ley prevé un grupo de garantías y derechos…”
La sombra de Estados Unidos
¿Tiene Estados Unidos responsabilidad en esta crisis? Levi sostiene que “al gobierno cubano le conviene que se mantenga el bloqueo porque así puede culpar a Estados Unidos de todas las desgracias del país, sin desgastarse demasiado. Estados Unidos debería levantar ese bloqueo, pero al interior del país para los republicanos (sobre todo) es casi un dogma político mantenerlo. Si bien el bloqueo afecta a su economía, Cuba tiene otras fuentes de cooperación, económica y política, y apoyo para salir adelante. El problema es, en realidad, el modelo económico y la dictadura que reina en el país”.
Sin certeza de si este es el inicio o el fin de algo, claramente es una señal de que algo está pasando. Quizás sea tiempo de hacer nuevos llamados, no a la violencia ni a la represión que aseguran un poder efímero, sino un llamado a repensar la política y el modelo económico, un llamado a poner como brújula el bienestar de los pueblos. Michel Levi es escéptico respecto a una posibilidad de autocrítica por parte del gobierno cubano y no cree que vaya a cambiar el régimen en el corto plazo. “Sin embargo, las circunstancias en Cuba no van a ser tan lineales como han sido en estos últimos años”, afirma.
Desde La Habana, Karina tiene una mirada distinta. “Todo tiempo futuro ha de ser mejor y tengo fe abosulta en ello. De cierta manera se ha estrechado el vínculo de cubano a cubano, luego del 11 de julio ha aumentado la solidaridad y el conocimiento de muchos temas… El gobierno y el pueblo tienen la misma raíz, tienen cuna en la Cuba profunda y todos luchamos por la misma causa. Se pidió al gobierno de los Estados Unidos levantar el bloqueo económico; esa es la única acción que se ha de flexibilizar”, concluye.