En España – y en el mundo de las celebridades de la alta sociedad- la reconocen como una mujer llena de estilo, pero bastante particular: un tanto ingenua, pero a la vez calculadora; llena de lugares comunes, pero de mundo; a veces algo despistada, pero exitosa. Falcó es una caja de pandora que alimenta la prensa rosa española.
Por Redacción Cosas. Foto: Getty Images
Tamara heredó a la muerte de su padre, Carlos Falcó, el título de marquesa de Griñón. Ha llenado portadas de revistas, programas televisivos y tertulias en las que analizan todo sobre ella: su pasado, su origen, sus divertidas declaraciones, sus amores y desamores, y por obvias razones su estilo pues lo innegable es que es una mujer que siempre luce increíble.
La joven aristócrata de 40 años es hija del fallecido empresario y viticultor Carlos Falcó, marqués de Griñón, y de Isabel Preysler, exmujer del cantante Julio Iglesias, a quien ella llama cariñosamente “tío Julio”. Por eso su vida ha estado marcada por los focos, los paparazzi y un interés mediático que ha ido creciendo según aumentaban sus apariciones públicas, en fiestas, eventos sociales y en la televisión.
Sus más de un millón y medio de seguidores de Instagram, red en la que ella relata todo sobre su vida, fue precisamente el foco de atención hace algunos meses cuando estaba lista para casarse con Íñigo Onieva. Y es que a poco de dar el ‘sí’, literalmente 48 horas antes, ella lo sacó de su vida al descubrir una infidelidad que luego fue perdonada… y claro, se casaron. La causa del quiebre fue la filtración de un vídeo en el que, su hasta entonces prometido, se besaba con una modelo brasileña en una fiesta celebrada cuando ya mantenían una relación y no antes, como había asegurado él.
“Estoy un poco en estado de shock, pero reconozco que estoy contenta de que esto haya salido ahora, si todas estas noticias hubieran salido estando casada o peor, ya con familia, habría sido terrible”, dijo. Sin embargo, el enojo le duró poco y retomaron los planes de boda: ahora se siente feliz, afirma ella.
Popularidad televisiva
Religiosa -se confiesa católica practicante y su oración favorita es el Rosario-, extrovertida y con un lenguaje muy particular, se ganó al público durante su participación en 2021 en la versión del conocido programa de cocina Masterchef, del que resultó ganadora. Ahí estuvo su familia, e incluso el propio Mario Vargas Llosa -ahora ex de su madre- para abrazarla con euforia.
Gracias a las cocinas televisivas, la aristócrata no solo consiguió aumentar su fama y más apariciones en los medios, sino que creció en ella una pasión por la gastronomía que le llevó a estudiar para ser chef. Unos estudios que compagina con sus apariciones como presentadora cada semana en el exitoso programa “El Hormiguero”, donde analiza junto a tres compañeros la actualidad con una mezcla entre el glamour y una sencillez que roza a veces una inocencia casi infantil a pesar de sus 40 años. Muchos la califican de ‘torpe’, ‘sin sentido común’ ‘inapropiada hasta que da risa’, pero sea lo que sea Tamara es una de las mujeres que sigue acrecentando su fortuna a pesar de todo lo anterior, o gracias a ello.
Su amor obsesivo es Íñigo
Que Onieva no era gusto de su madre era “vox pópuli”, pero Tamara lo constató a unos periodistas al sugerir entre risas que quizá habría sido ella la que filtró los vídeos en los que se evidenciaba la infidelidad.
El propio ingeniero, de 33 años y de quien hace mucho tiempo le venían advirtiendo sus amigos, lo confesó finalmente en un comunicado en el que pidió perdón a su exnovia y a su familia.Y lo hizo 24 horas después de haber asegurado a los paparazzi que los vídeos filtrados en los que se le veía besándose con otra mujer en un festival eran de 2019, previos al inicio de su relación con Tamara. Un descaro que sorprendió menos que la rapidez con la que fue disculpado.
“El Íñigo con el que yo me he prometido no tiene nada que ver con ese Íñigo (el de los vídeos). Yo decidí apostar por mi exnovio y lo llevé hasta el límite, hasta ver que era verdad. Es difícil de creer, pero es así. Él se dedicaba a la noche, viajaba mucho, pero en una relación debe darse libertad y para mi la base es la confianza”, explicó la joven aristócrata. Luego de las disculpas y reconciliación, la boda se celebró en el palacio el Rincón, ubicado en la localidad madrileña de Aldea del Fresno, que contó con más de 400 invitados, un chef cinco estrellas Michelín y tres días de celebración, todo rodeado de una gran expectación, con especiales en televisión y jugosas exclusivas.
La novia llevó un vestido de la diseñadora Carolina Herrera. Wes Gordon, el director creativo de la firma, se trasladó a Madrid para ultimar los detalles finales de un diseño creado a contrarreloj para lo que suele ser habitual y del que la marca no quiso ofrecer ningún detalle, al “tratarse de un evento privado”. Tampoco sobre el vestido de Isabel Preysler, quien lució un modelo de Carolina Herrera de colección.