Recorrer el mundo es el sueño de cualquier aventurero. Con o sin mapa, perderse, saborear la cultura y las diferencias. Aprender de lo vivido y hacer que cada destino deje su huella en la memoria, porque a final de cuentas, es lo único con lo que transitamos por la vida. Cinco viajeros nos relatan sus rincones favoritos y sus motivaciones para tener siempre la maleta lista…

Por María José Troya C. Fotos: Cortesía de los invitados.

Alejandra Camacho

Los viajes en busca de un sueño

Ballenato es el nombre del barco que, tras varios infortunios acaba de llegar al país, y al fin a Galápagos donde sus dueños han esperado con ansias su arribo. Este es el que los llevará a la Polinesia a cumplir un sueño de vida; un viaje que los cambiará por completo.

Alejandra Camacho (38 años) nació en Colombia, creció en Quito y gracias a un trabajo de voluntariado llegó a Galápagos hace 13 años. Ahí conoció al amor de su vida, Rafael Gallardo (40 años) con quien tiene tres hijos: Olivia, Flavia y Salvador.

Ella, impactada por un isleño relajado y una vida más sencilla, se instaló ahí sin dudarlo. Las tardes en bicicleta, los pueblos pequeños de gente amable y el azul del mar fueron la promesa cumplida de que existe un paraíso en la tierra.

Rafael ya tenía un velero con el que juntos descubrían las islas y gracias a este, Alejandra también se enamoró de la navegación a vela. Luego cambiaron a uno más grande (un Hobie Cat) para que sus hijas se involucraran más en esta actividad. Sin embargo, ellas pronto se aburrieron y viendo que no había un futuro, lo vendieron. Pero mientras todo esto sucedía, Ale veía con ilusión y entusiasmo cómo cada año, cientos de familias llegaban a las Islas en sus veleros privados y se quedaban por un par de semanas para luego emprender un largo viaje hacia la Polinesia. Añoraba hacer esa travesía y algo en el fondo de su corazón le decía que había que dar el salto al sueño, algún día. Como un designio mayor, les ofrecieron el Inti, un velero histórico –y el primero registrado en Galápagos- que fue construido a mano en los años 70. Decidieron comprarlo.  Rafael lo reparó y pronto estuvieron listos para una nueva aventura. La sorpresa: los niños se volvieron a enamorar de la magia del destino, de reconocer zonas nuevas y darse cuenta que increíblemente hay islas totalmente deshabitadas.

Ya en la Pandemia los viajes cesaron en el Inti, pero servía como un refugio perfecto para ‘escapar’ y acampar en él. Gozaron de las noches estrelladas, de ser testigos de la flora y la fauna cuando todo estaba detenido; la Isla los conquistó nuevamente y ellos se dejaron seducir por una nueva oportunidad. “Vimos el destino con otros ojos”, afirma Alejandra. Además, fue en ese tiempo en el que decidieron desescolarizar a sus hijos (unschooling) porque era importante para ellos que se desconecten de la enseñanza formal y aprendan solo desde las experiencias de la vida.

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Fue así como entonces, el volver al agua en familia, se convirtió en un plan. Rafael sabía que era imposible hacerlo en el Inti y se puso a investigar las posibilidades; pronto encontró su diamante en bruto. Era un Transpacific 49 del año 81 que estaba en la isla de Granada, pero que había estado abandonado por muchos años. Guiados por la esperanza y su ímpetu, lo compraron en diciembre de 2020 y ahora, después de muchos meses de peripecias, desilusiones, imprevistos e incluso mucho dinero invertido en su reparación, Ballenato ha llegado al Ecuador y lo van a dejar a punto para embarcarse a la Polinesia. ¡La aventura está por empezar!

¿Cuál es el plan con Ballenato?

“El barco y nosotros tendremos que prepararnos. El plan realista será salir el 2023 hacia la Polinesia, tiempo suficiente para aprender más sobre la alimentación, navegación, etc. A la primera isla, Las Marquesas, llegaríamos a los 30 días de navegación continua. Es cumplir un sueño familiar y a la vez traer este estilo de vida a Galápagos para que las familias puedan utilizarlo para navegar entre las islas. Esta iniciativa quiere inspirar a más gente y, a la vez, hacer que las autoridades vean el potencial y que se puedan relajar un poco más las restricciones para los locales.”

Ya en el plano familiar, ¿les da miedo todas estas aventuras con los niños y la incertidumbre con el mar?

Siempre hay un poco de miedo, es una situación extrema y de aventura, pero mis hijos se han formado aquí, precisamente en la aventura. Los riesgos dentro del contexto natural de Galápagos siempre han estado presentes y ellos les motiva mucho conectarse con otros espacios del planeta. Sí, hay momentos de duda, pero para eso nos estamos preparando. Es una experiencia que marcará nuestros corazones para siempre.

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FB: Sueño del Pacífico.

Para ayudarlos a cumplir su sueño: Go Fund Me en Dream of The Pacific.

Leonardo Ampuero

El viaje como respuesta cultural

Sus múltiples viajes por el mundo han tenido una misión distinta que la del mero placer de conocer nuevos lugares: él ha llevado la bandera del Ecuador junto a su cámara para contar en imágenes, más sobre nuestra cultura y paisajes. Sin embargo, en cada retorno, trae de vuelta impactantes fotografías de diferentes rincones, unos muy remotos y otros más conocidos, pero siempre hay detalles de la gente, de la comida, de las luces propias de cada lugar. Son el mejor souvenir que puede regalarnos.

Ha viajado por todo el mundo y ha documentado miles de rostros y paisajes. Su visión fotográfica le permite capturar escenarios tan crudos como de ensueño y cuenta que siempre se traslada con un tiquete de ida, pero no con el de vuelta. Él fluye con las energías del Universo y los nuevos vientos lo llevan a destinos donde muta, renace y se reinventa. “Entro por una ciudad y salgo por otra. No me limito porque no sé si me va a gustar, si voy a encontrar historias y material. Me gusta sorprenderme.”, afirma.

Leonardo nació en Guayaquil hace 38 años, pero su corazón, es playero. Estudió Diseño Gráfico y se especializó en fotografía profesional en Madrid. Ha trabajado en agencias de publicidad y gracias a eso conoció de cerca los temas de Responsabilidad Social. Fue en 2013, radicado en Chile en donde vivió cinco años, que se volcó justamente a esos temas: lo social, lo cultural y educativo con lo medioambiental fueron el mejor gancho para su trabajo.

Su documental Hilos de la Memoria fue proyectado en Chile y recapitula la historia de las arpilleras que, con su trabajo, dejaron bordadas sus vivencias durante la dictadura.

De ahí surgió su documental Hilos de la Memoria que como objetivo tuvo contar un poco más de la historia y vivencias de las arpilleras chilenas a las nuevas generaciones.

Luego se fue para Australia, en donde estuvo por tres años, para seguir con el impulso de este proyecto tan relevante y otro llamado Ecuador Abstracto.

Mientras cuenta todo sobre sus periplos, Leonardo recuerda a su padre quien desde pequeño no solo le llevó a viajar, sino que le inculcó el tener una mente abierta para poder dejarse envolver de todo lo que aprendiera en el camino. “Él me decía que siempre debía tener una mochila y una carpa en la espalda; estar listo para la aventura. Fuimos al Chimborazo, al Cajas, a todos los rincones del Ecuador. Además, mi madre es chilena y eso de alguna manera incentivaba mi curiosidad por saber qué más había en otros países y cuál era mi historia.”

¿Qué es para ti el viaje?

Es una respuesta cultural. Es esa incertidumbre de ir a buscar caminos e historias que no te las cuentan las enciclopedias. Es que mi mente y mi cuerpo vayan a ese espacio en donde me enriquezco de otras culturas. Yo no hago viajes de turismo en los que vas con un guía o de los que voy haciéndome fotos a mi mismo. Creo que es como una pérdida de la personalidad dentro del nuevo espacio: es ir a acoplarse, no a destacar, con decirte que a veces no activo el plan de datos y voy casi con mapa de papel en mano. Es perderme para encontrarme.

¿Hay algún viaje memorable de tantos que has hecho?

Japón. Rompí muchos esquemas. Me impactó Hiroshima fue algo muy fuerte para mi, luego Tokyo, Osaka, entre otras donde vi sus singularidades…

¿Viajas ligero?

Siempre. Mi mochila y mi cámara. Mientras más minimalista sea y me pueda inmiscuir en el viaje es mejor para mi y mi propósito. Lo mío son las fotografías reales con historias que contar.

Producir historias, escribir, exponer, tomar fotografías. ¿Cuál es la misión de tus viajes?

Creería que es más profunda. Estoy en este planeta para llevar un mensaje. Creo que mi voz se oye con estas historias, como por ejemplo el de las arpilleras –bordadoras. Cuento historias, pero no las planifico para venderlas o exponerlas, ellas surgen solas.

¿En cuántos países has estado?

Son muchos, no lo sé y no quiero tener respuesta porque mis viajes no pretenden ser una sumatoria sino solo un cúmulo de experiencias para la vida. He estado en los cinco continentes y eso me ha dado muchas perspectivas de las diferencias del mundo, pero sobre todo, de lo que nos une.

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Instagram: @ampueroleonardo

Adriana Márquez

El viaje como empoderamiento femenino

Empaca y desempaca con facilidad porque después de tantos años y destinos sabe que lo más importante está en lo que se vive y no en lo que se compra.

Tiene 32 años y si bien siempre ha viajado, ella prefiere contar solo los países en los que ha pasado largas temporadas. Ahí es donde se adquiere los aprendizajes, las vivencias y las imágenes que luego comparte en su espacio Pluma Mujeres Viajeras y en sus redes sociales. 

Su periplo por el mundo empezó en 2016, después de graduarse como periodista y sufrir la pérdida de su hermano, decidió partir para el sudeste asiático. Iba a volver en poco tiempo, pero se quedó por más de un año visitando Tailandia, Sri Lanka, Nepal, entre otros. Siempre sola. Para finalizar, estuvo por Australia, país que la cautivó y en el que vio un potencial. Así que a su vuelta al Ecuador, estaba dispuesta a volver allí: así lo hizo y pudo estudiar Artes Visuales e Industrias Creativas mientras trabajaba incansablemente para poder seguir recorriendo el mapa. Allá nació su blog, Pluma Mujeres Viajeras que es su bitácora en la que responde preguntas claves sobre destinos, cuenta anécdotas, aconseja y comparte datos relevantes para otras mujeres que, como ella, quieren conocer los rincones del mundo sin compañía. “Recuerdo que trabajaba de sol a sol en Australia para ahorrar y seguir viajando. Singapur, Japón y Filipinas lo hice gracias a cinco días de trabajar muy duro, pero valió la pena.”

Regresaba a Ecuador y en esos espacios también vendía su ropa en mercados de pulgas; esto como un acto simbólico que, además de darle dinero, le daba la oportunidad de despojarse de aquellas cosas que no eran necesarias. “También colaboraba con mis escritos para revistas y eso me daba la oportunidad de compartir lo que encontraba por el camino.”

A diferencia de otros viajeros, a Adriana le encanta contar cuántos países ha visitado; para ella es la prueba de que el mundo es asequible y todos los rincones tienen algo que ofrecer. Hasta el momento lleva 50 países en los 5 continentes y sabe que aún hay mucho más por conocer. “Tal vez ahora empiece a hacerlo en pareja. Jorge, mi novio, ha descubierto lo fantástico que puede ser recorrer el mundo juntos…”

El país que más te impactó

Nepal, básicamente por su paz y la energía que trasmite.

¿Viajas ligero?

Sí. De manera figurativa y literal. Viajo con lo necesario y eso me permite movilizarme con facilidad, escoger otro tipo de aerolíneas más baratas y enfocarme en el destino, no en el shopping.

¿Por qué viajar te resulta empoderador?

Porque si eres mujer y viajas sola de alguna manera estás más vulnerable, sin embargo, hay que resolver muchas cosas y solo piensas en avanzar, en recorrer. El instinto y el sentido común son buenos aliados siempre. Y para eso también abrí mi blog, para compartir experiencias y consejos para esas mujeres que quieren conquistar el mundo.

Algún recuerdo lindo de viaje:

Encontrarme con mi mamá al Medio Oriente y hacerle vivir el recorrido como mochilera.

Un libro:

Leer Sidharta en Nepal tuvo otra dimensión para mi, y luego Into the Wild que llegó a mi, por coincidencia cuando viví en Australia.

Encuéntrala en:

PODCAST: @mapadentro

Instagram: @adrianaemarquez y @plumamujeresviajeras

Héctor Calderón

“El viaje sana”

Viajar ha sido parte inevitable de su vida. No es algo que en un inicio se vio planificado sino que mas bien ha respondido a las necesidades propias de sus estudios y negocios, así como de los trabajos de su padre. Fue así que vivió en Costa Rica, luego en República Dominicana y con un sinfín de destinos cada año desde muy pequeño.

Es un hombre cosmopolita en esencia: viaja constantemente, disfruta del trayecto, de perderse y encontrarse, de comer (aunque dice que no es un foodie) pero disfruta genuinamente de cada rincón y busca el sentido de cada sitio más allá de las redes sociales. Su fin no es publicar fotos ni subir historias, son travesías auténticas que han sido motivadas por diferentes razones y algunas, con un motor que trasciende lo terrenal.

Vivió en China, justamente en la hoy reconocida ciudad de Wuhan. “Allá realicé mis estudios de posgrado cuando el boom de China recién empezaba. Si bien la ciudad era importante no era ni Beijing ni Shanghái. Wuhan siempre se ha distinguido por tener muchas universidades, pero tenía un aire industrial. Luego de mis estudios fui a realizar una pasantía a los EE.UU, pero mi conexión con Asia se mantuvo latente por negocios. De hecho, volví por curiosidad a Wuhan en 2019, justo meses antes de la pandemia: todo había cambiado de manera impresionante.”

Héctor, ahora de 39 años, rememora sus viajes y recuerda, sobre todo, el que hizo con su madre a Dubái, después de que su padre falleciera. “Fue un camping en el desierto; ver esos amaneceres y la magnitud del paisaje es algo que no se olvida.”  Poco tiempo después, su madre también falleció. Estos sucesos despertaron una necesidad de entender mejor qué es lo que había después de la muerte, necesitaba otro tipo de despertar para la conciencia y guiado por esa curiosidad estuvo en un curso de Terapias de Vidas Pasadas en España y luego se sumergió en los libros de Robert Monroe, e incluso fue a su instituto en Virginia, EE.UU..

“Los viajes no son un escape para el luto, aunque son una herramienta poderosa. Eso es un proceso muy largo y complejo, pero de alguna manera el viaje sana; es como una pomada que nos permite avanzar y entender que hay más cosas, más conexiones con el mundo y claro, tener la predisposición mental ayuda mucho.”

Confiesa que, si bien comparte sus instantáneas en redes sociales, a veces siente que estas han dejado poco a la sorpresa y que hay demasiados lugares sobreexpuestos, aunque son sin lugar a duda, una excelente vitrina para el turismo.

En estos años, Héctor ha viajado probablemente por 44 países, no sabe con precisión cuántos son pues prefiere recorrerlos de manera orgánica y admite que siempre se acopla a lo que hay en el camino. Puede ir por algún tiempo hasta empaparse de la cultura, como turista y vincularse a las actividades más obvias de cada sitio, en plan cultural, mochilero, a los resorts, en el lujo o la aventura… aquí el punto es viajar y demostrarse a uno mismo la capacidad de reinvención, de amar el destino tanto como el camino, pues ahí está el verdadero disfrute.

¿Algún lugar que haya resultado tu favorito?

Me encanta España porque tiene todo lo que a mi gusta: cultura, paisajes, comida, la gente; es increíble todos con todos sus contrastes.

Un lugar que te haya sorprendido:

Muchos, pero pienso en lugares que no son tan turísticos y terminan impactándome como Paraguay, por ejemplo.

Tu próximo plan viajero:

Egipto y Petra, para luego terminar tal vez en Capri.

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Rosanna Mancino

Los viajes son el alimento del corazón

Su bitácora de viajes es un espacio virtual escrito bajo el rigor del buen periodismo, con datos, con precisión histórica, pero con una sensibilidad que solo la tienen quienes aún conservan intacta la capacidad de asombro. Vía Mía es un recorrido por el mundo: más allá de las ciudades y rincones, se reconoce a quienes lo conforman, a la gastronomía, a la vida que lo compone.

Para Rosanna, haber creado este blog fue un reto personal y profesional. Viene de la vieja escuela del periodismo en la que se responde las preguntas básicas y se ahonda con mirada amplia cualquier suceso. Hay reflexión y aporte. Sin embargo, tenía que impregnarle modernidad, conectividad para las nuevas audiencias y aliarse de las redes sociales con estrategias para lograr un producto tan interesante como digerible. Así logró que Vía Mía tenga un lenguaje universal para el lector (y seguidores) de esta nueva era. Ahí se la descubre a ella, sonriente, posando, directa y hablando en primera persona sobre sus descubrimientos. Hay rincones inhóspitos a los que ha llegado que resultan fascinantes, pero también hay barrios y espacios tradicionales a los que se sumerge hasta encontrar algo que novedoso y ahí, justamente, radica su éxito.

Confiesa que no se encasilla con un estilo de viajero: lo hace sola, acompañada, con su familia (está casada y tiene tres hijos), va con mucho equipaje en algunas ocasiones, otras más ligera, le gusta la moda y confiesa que hay días que aparece ataviada en vistosos atuendos y otros que prefiere la comodidad de un jean y botas. Lo que nunca ha dejado a un lado, es su cámara. “Siempre voy con ella y si bien muchas personas creen que esto no me permite estar presente, en realidad es una aliada para los recuerdos. Me da otros puntos de vista, me muevo diferente por los lugares gracias a ella, veo cosas que no siempre ven los demás, busco composiciones y por ende encuentro cosas que a simple vista serían imposibles de hallar”.

Rosanna tiene 48 años y, para quienes la siguen o la conocen, es alegre, habla con intensidad y emoción de cada viaje, como si fuera un niño que ha encontrado un tesoro anhelado y eso se traslada a cada una de sus relatos.

A ella no le interesa contar los países en los que ha estado. Sí, son muchos, pero no son una colección efímera de estampas en su pasaporte, sino historias que alimentan su vida. Confiesa entonces que, de tantas cosas bellas que ha vivido y visto, hay uno en especial del que conserva la imagen intacta: Ella de muy  niña escuchaba muy atenta las historias sobre mitología que su padre le contaba. “Recuerdo la escena en la que los cíclopes le lanzaban rocas a Ulises y, cuando por fin pude visitar Sicilia, y estar en Acitrezza viendo esas rocas impactantes, fue un momento mágico totalmente sobrecogedor. Fue ahí donde mi papá vivió su infancia, donde nadó y creció. Ahora que él ya no está, tengo esa postal impregnada en mi memoria”. Y con la misma lucidez, afirma que hay viajes y viajes, no todos son para publicar o para compartir. Hay rutas que sabe que solo se han dado para demostrar, al andante, su fortaleza, su capacidad de resiliencia frente a la adversidad, son caminos en el que no se regresa siendo el mismo. “Son viajes para el corazón y en los que uno va acompañada de otras formas. El viaje de la vida y la muerte están de la mano”.

¿Algún otro destino que te haya resultado fascinante?

China, sin duda alguna.

Una ciudad o país que quieras conocer:

Praga, ojalá sea pronto.

Algo que añores de viajes pasados:

La posibilidad de mandar postales y las cabinas telefónicas donde uno llamaba a casa para reportarse…

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