Una revisión al pasado y el presente de la imagen masculina.
Por: Sasha Santamaría (Consultora de Moda y Estilo)
En la actualidad, al menos en nuestra sociedad, hablar de moda desde sus variables relacionadas con el indumento y el adorno es un tema que aún se asume como de interés meramente femenino. Que la preocupación por el arreglo personal y manifestarlo de forma creativa es pura frivolidad cuya atención corresponde únicamente a la mujer.
Sin embargo, la historia demuestra que aquello no fue siempre así, que antes de que surgieran una serie de prejuicios alrededor de la relación entre moda y masculinidad, existió un tiempo donde el ornamento formaba parte de sus inquietudes. De esta manera, elementos que hoy están intrínsecamente relacionados a la femineidad fueron portados en primera instancia por el género masculino. Los tacones, por ejemplo, fueron llevados durante el siglo X por los soldados persas, concebidos con la finalidad de asegurar sus botas a los estribos para poder cabalgar con total seguridad.
A raíz de esto, durante el siglo XVII en Europa surgió un repentino interés por la cultura persa y fue aquí donde la moda de llevar zapatos de tacón se esparció por este continente. Como toda tendencia que es acogida de manera popular por las masas, surge en efecto el deseo de diferenciación desde las esferas altas. Entonces para tomar distancia, la aristocracia decidió elevar sus tacones unos centímetros más para demostrar su posición de privilegio. Aquello se visualiza en los imponentes retratos de los reyes Luis XIV y Carlos II de Francia e Inglaterra, en los que destacan notablemente sus zapatos con tacones.
Sucedía que era un tiempo en el que el ocio formaba parte del día a día; una vida improductiva socorrida por el esfuerzo de asistentes de servicio que propiciaba el surgimiento de modas imprácticas y poco funcionales, diseñadas para la ostentación y no para la acción. Sin embargo, esto cambiaría con el estallido de la Revolución Francesa, que con su lema de “libertad, igualdad y fraternidad” se encargaría de establecer una uniformidad en el vestir, aboliendo todo tipo de distinciones de clase presentes en la indumentaria y cediendo de manera implícita los derechos de la decoratividad y el ornamento a la mujer. Este dictamen dio paso a la simplificación del vestuario masculino, orientando su sentido hacia la utilidad, hacia una vestimenta confeccionada para la actividad laboral, lo que progresivamente decantaría en el traje de chaqueta y pantalón que conocemos hoy en día, suceso que el psicólogo inglés John Carl Flügel denominó como La Gran Renuncia Masculina.
Desde aquel momento, el vocabulario de la moda masculina se volvió acotado y la demostración abierta de una imagen fashionable se convirtió en un acto estético desafiante capaz de provocar diversas críticas, tal como lo padecieron los cantantes Prince y David Bowie, cuyo estilo vistoso y audazmente construido les valió acusaciones de “afeminados”, comprobando aquel convencionalismo social de que la moda es un asunto de mujeres y no de hombres.
Sin embargo, el panorama actual se muestra esperanzador para aquellos que aprecian y disfrutan de expresarse de manera libre y personal a través de la ropa –y para quienes lo apoyamos también-, puesto que el zeitgeist desprejuiciado e inclusivo que estamos experimentando parece estar aunando esfuerzos en recuperar aquel brío de estilo que gozaron los hombres en algún momento, devolviéndoles la oportunidad y la posibilidad de producirse en la manera en que deseen, acogiendo incluso aquellos elementos considerados exclusivos del universo femenino. Será tal vez que la apertura mental despreocupada e incluyente de los millenials y centennials ha posibilitado la convivencia y existencia de estas expresiones estilísticas amparadas bajo la etiqueta de nuevas masculinidades, con la intención de descomponer y reinventar lo tradicionalmente considerado masculino en lo que a imagen se refiere.
Para evocar algunos ejemplos que encarnan este nuevo paradigma, resulta más que pertinente recordar la aparición de Harry Styles en la Met Gala de este año, quien lució un traje de inspiración eduardiana culminado con unos zapatos en charol negro provistos de tacón, una visión creada por Alessandro Michele para Gucci. Incluso, en uno de sus últimos posteos de Instagram, el cantante Maluma ha optado por lucir de igual manera unas botas de tacón. Los idols del k-pop son otros grandes referentes, quienes incluso se animan a usar maquillaje, llegando a convertirse en protagonistas de campañas tal como le sucedió a el cantante G-Dragon elegido como embajador de la reconocida marca de belleza coreana Moonshot. Al parecer, la relación moda-masculinidad va cerrando sus fisuras y sus tabúes poco a poco van quedando en el pasado.
Instagram: @sasha.santamaria